La construcción en la autopista internacional Simón Bolívar de Villa del Rosario de un intercambiador vial en Rumichaca se convirtió en un dolor de cabeza para los habitantes del barrio 20 de Julio y para los conductores que transitan la autopista.
Por razón de la semiparalizada obra, desde hace dos años, la carrera séptima del barrio 20 de Julio se usa como ruta alterna obligada para los conductores de Villa del Rosario que retornan a La Parada y Cúcuta.
Según Elkin Guzmán, delegado de la junta de acción comunal del barrio 20 de Julio, la concesionaria San Simón tomó de manera unilateral esta calle como desvío vehicular, sin consultarlo con la comunidad.
Los habitantes del barrio dicen haberse cansado de suplicarle a la concesionaria que repare esa vía, y la semana pasada decidieron cerrarla por el mal estado en que se encuentra.
“Por la falta de mantenimiento, la vía, que se adecuó hace años con inversión de los habitantes, hoy está convertida en una trocha con huecos por todos lados”, dijo Guzmán.
Agregó que la comunidad se niega a dejar transitar los carros, por la falta de compromiso de San Simón con las exigencias de los habitantes para reparar la calle.
Por el cierre, los conductores que salen de Villa del Rosario a Cúcuta deben maniobrar en una acción peligrosa para llegar al retorno en la autopista: se ven obligados a invadir en contravía el carril que lleva al retorno de Cúcuta a Villa del Rosario.
Frente a Calipso y la fábrica Onava se congestiona el flujo automotor y los conductores quedan atrapados en zona de infracción.
Quienes más se ven afectados son los conductores de las empresas Corta Distancia y Trasan, cuyos buses deben utilizar el tramo, pues no hay otra ruta de retorno.
La maniobra en que giran las busetas y carros obliga a un giro de 180 grados sobre la calzada de la autopista, en la que la velocidad es de 60 kilómetros por hora.
Según Sandro Duarte, secretario de tránsito de Villa del Rosario, la falta de cultura vehicular de los conductores lleva a la imprudencia, ya que, según él, hay otras rutas.
Además, la falta de señales de tránsito, no advierte a los demás conductores de la maniobra. Son los cobradores de pasajes de las busetas quienes se bajan y hacen señales para que quienes van por la autopista detengan la marcha.
En la noche, el problema empeora: no hay iluminación en el sector, y la maniobra de giro se convierte en una trampa mortal.
Angélica Rojas | Practicante de periodismo
