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Mujeres del Catatumbo emprenden con granja avícola en contra de la violencia

"Con orgullo todas las mañanas me pongo la camiseta para hacer patria, sin pena salgo a vender los huevos, ya la gente nos conoce y nos ofrece el apoyo”, Yoladis Esquivel Villamizar

Como el ave fénix, el género femenino renace de la profunda crisis a través del emprendimiento encaminado a transformar el tejido social para dinamizar los procesos de la economía rural sostenible.

 La Asociación de Mujeres Emprendedoras y Activas de la zona del Catatumbo, (Asomea), consolidó una granja avícola biosegura para garantizar el sustento diario a 25 familias mediante la ‘Reparación Colectiva’ de la Unidad de Víctimas y el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo, PNUD, que promueve el cambio y conecta a los países con los conocimientos, la experiencia y los recursos necesarios para ayudar a los pueblos a forjar una vida mejor.

La experiencia significativa se registra en la vereda Vetas, jurisdicción del corregimiento de La Gabarra, comprensión rural del municipio de Tibú, donde un puñado de mujeres luchadoras sin perder las esperanzas comienza a tocar puertas para resarcir las pérdidas dejadas por los violentos.

Ante la falta de oportunidades estaban sumergidas en los cultivos de uso ilícito, sometidas a largas jornadas raspando coca, y cocinando los alimentos para los obreros.

Cansadas de ser las víctimas en los grandes episodios de dolor, 25 mujeres decidieron cambiar su estilo de vida dejando huellas de progreso y desarrollo de la región. Tienen la posibilidad de generar ingresos de manera legal y sostenible. Un trabajo colectivo para borrar las cicatrices dejadas por el conflicto social registrado en la zona.

Ana Ilse Villamizar Balaguera, miembro de la Asociación, recuerda los desplazamientos forzados en dos ocasiones. “Nos quedábamos viviendo a la orilla del río o cerca al puesto de salud y nos sacaron a la fuerza. Fue una época bastante dura”.

 La representante legal, Yoladis Esquivel Villamizar, resalta la capacidad de superación de las mujeres que asumen el reto de sacar adelante a las familias y que nunca se arrugaron por fuerte que fueran los vientos. “Sin perder la ilusión, luchamos para conseguir el sueño”.

 

La oportunidad

La asociada Noralba Duarte, señaló que la luz del progreso brilló en el año 2012. “Laboramos en lo ilícito raspando coca y cocinando a los hombres. Una vez conformada la Asociación, nuestras vidas cambiaron totalmente”.

 En el 2017 una de esas puertas se abrió a través del PNUD y el Ministerio de Trabajo con la entrega de 2 mil gallinas ponedoras, insumos, formación y material para la construcción de un galpón en un lugar que ellas mismas adecuaron.

“Llegamos, rozamos nosotras mismas para convertir ese sueño en realidad a pesar de la incredulidad de los vecinos. Afirmaban que no éramos capaces de sacar adelante el proyecto, se burlaban, nos decían las señoras de las gallinas”, señaló Yoladis.

En ningún instante prestaron atención al ‘cacareo’ sin fundamento de los habitantes de la región y siguieron conjugando el verbo emprender en la ardua tarea de restituir el tejido social.

Gracias al apoyo del Ministerio de Agricultura y Desarrollo Rural, el gobierno local de Tibú y la reinversión de recursos, hoy cuentan con 8 mil aves que arroja la producción de 300 cajas diarias de todas las variedades de huevos.

Ya son expertas en la clasificación y es común escuchar expresiones como el doble, triple A, B y el Yumbo.

Como ‘hormiguitas’ madrugan a los rayos del sol, ejercen diversos roles  como madres cabeza de hogar, se ponen el delantal para preparar los alimentos y luego fungen como verdaderas administradoras de empresas sin haber pisado las puertas de una universidad, para apuntar en el cuaderno las proyecciones del negocio y conquistar nuevos mercados.

Estas mujeres fueron reconocidas como sujeto de reparación colectiva por parte de la Unidad Nacional de Víctimas y reciben herramientas para seguir creciendo. “La gestión duró dos años y por fin llegó el anhelado camión para transportar los huevos de una manera segura, es un gran reconocimiento al esfuerzo, la dedicación y la constancia”, agregó Yoladis.

El ejercicio paulatinamente va borrando las cicatrices dejadas por los violentos en el alma de esas mujeres que tomaron el camino de la legalidad con un trabajo digno de imitar por las futuras generaciones.

A pesar de la contingencia derivada de la COVID-19 han podido mantener  y hacer crecer su negocio. /Foto: Cortesía/ La Opinión
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Martes, 4 de Mayo de 2021
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