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S.O.S. mujeres catatumberas alzan su voz 

Dada la historia de violencia sistemática contra las mujeres ellas, ser mujer y vivir en el Catatumbo es todo un riesgo. Pero convertirse en lideresa social u ostentar un cargo público o de dignidad pone en peligro su vida misma.

La mujer juega un papel de indiscutible valor en el vasto terreno selvático de la subregión que lleva por nombre Catatumbo. Ellas son madres, responsables de la crianza de los hijos y de la unión de la familia; fueron quienes poblaron los asentamientos que después pasarían a ser centros urbanos; acompañan y participan en las labores agrícolas y mantienen viva la cultura y tradiciones de este territorio nortesantandereano.

La mujer catatumbera se caracteriza por su fortaleza, templanza y empeño; estas características son la base de su alta resiliencia ante la adversidad, la violencia, los desastres naturales y la indiferencia de la sociedad que se ha acostumbrado a esta situación a todas luces anómala y la considera como algo normal para ese entorno. Por eso hoy levantan su voz contra una sociedad patriarcal que la ha dado a la mujer un lugar de sumisión y no les reconoce los derechos que les da la misma carta fundamental.

A las mujeres del Catatumbo se les deben reconocimiento y elogios porque han sido protagonistas de importantes acontecimientos, no solo para la vida local y regional en ese territorio transfronterizo, compuesto por 11 municipios, sino por su influencia en el ámbito nacional.

La profesora y directora del programa de Trabajo Social de la Universidad Simón Bolívar, Magali Alba Niño, relata que la mujer catatumbera jugó un papel fundamental en la época de la independencia. A modo de ejemplo, fueron las ocañeras Nicolasa y Bernardina Ibáñez Arias la inspiración para la liberación femenina en la Nueva Granada.

Otro hecho que las enaltece fue el protagonizado por Bárbara María Vicente Lemus, quien ingresó disfrazada de hombre al templo de San Francisco a los debates en la Gran Convención de Ocaña para luego hacer campaña en favor de la gesta libertaria. Recordar el papel de la mujer en el Catatumbo también nos recuerda el rol de la hermana Amanda de Jesús Bedoya, fundadora de Siervas de Jesús Campesino en El Tarra.

Alba Niño afirma que en el presente, se debe resaltar a las mujeres que alzan su voz desde sus roles en las organizaciones campesinas como Cisca o Ascamcat, a las del pueblo Barí y a las damas de la Red del Catatumbo. A las que buscan la reivindicación de sus derechos a través del arte y el emprendimiento, como lo hacen las mujeres de Teorama con la producción de productos de la piña o las de El Carmen, Pueblo Nuevo y de cada rincón de este extenso territorio. 

Las mujeres del Catatumbo siempre han reclamado mayor autonomía en el hogar, la construcción de un sistema antipatriarcal y la transformación de las violencias que históricamente han afectado sus vidas.

 

Magali Alba Niño y Deisy Díaz Torrado.

 

Magali Alba Niño, directora del Programa de Trabajo Social

“Las voces de las mujeres no pueden ni deben ser tenidas en cuenta como un suceso que ha de atenderse debido a situaciones de violencia actuales, sino como la deuda social política y económica que el país tiene con el género femenino por años de violación de sus derechos. En igual forma, es el tiempo de visibilizarlas como el género que ya es protagonista de construcciones para sí mismas y para otras mujeres; ejemplo de este aporte sociopolítico son los procesos de liderazgo en los territorios y su contribución en la construcción de política pública, al igual que la participación en procesos y emisión de leyes que han implicado para las mujeres en el país un verdadero marco legal de protección”.  

Deisy Díaz Torrado, defensora del Pueblo Seccional Ocaña

“Es importante que las autoridades sigan trabajando en el fortalecimiento del enfoque de DD.HH. y de género en las apuestas públicas para Norte de Santander. Debe asumirse con prioridad los enfoques en prevención, erradicación y también sanción de la violencia contra la mujer, con una respuesta efectiva desde las instituciones del Estado ante la posible limitación o violación de derechos y libertades. Así mismo, que los casos sean tratados sin distinción, es decir, cada caso de violencia contra la mujer debe ser atendido con la misma importancia, sin mirar la condición social, económica, cultural, nacionalidad de la víctima o el impacto mediático del caso, expresó la Defensora del Pueblo de Ocaña”. 

El riesgo de ser mujer en el Catatumbo

Pero la mujer catatumbera sigue corriendo los mismos riesgos y afrontando los mismos peligros que les han menguado históricamente sus derechos como mujeres y como ciudadanas, como lo demuestra el estudio  emprendido por la Defensoría del Pueblo, regional Ocaña, que estudia la situación de violencias basadas en género en Norte de Santander.

Según los datos de la plataforma del Sistema de Salud Pública (Sivigila), para el 2020 la jurisdicción de Ocaña sumaba un total de 466 casos de Violencias Basadas en Género (VBG) y para el primer trimestre del 2021, 138. La Defensoría atendió, entre abril y diciembre de 2020, 123 casos y 112 seguimientos relacionados con Violencias Basadas en Género, así como 35 casos de violencia por prejuicio contra personas con orientaciones sexuales diversas en la subregión del Catatumbo y Sur del Cesar, destacándose en ellos un alto volumen de violencia intrafamiliar.

Sin embargo, los hechos más graves para las mujeres en este año han sido los asesinatos de 27 mujeres, uno de ellos el de la Fiscal Primera de Tibú, Esperanza Navas, y en lo que va corrido del año el desplazamiento de 19 mujeres y un integrante de la comunidad LGTBI.  

“Las mujeres del Catatumbo históricamente siempre han alzado su voz en silencio pero en temor”, confiesa Carmen Elena García, presidenta de la Asociación de Madres del Catatumbo por la Paz, quien se tuvo que ir del territorio ante el acoso de los grupos al margen de la ley que impera en la zona. “La situación para las mujeres en el Catatumbo es muy difícil. No solo somos las mamás de las personas que están asesinando en el Catatumbo, sino que también somos blanco de la violencia”, expresó.

Según la Defensora del Pueblo, seccional Ocaña, Deisy Díaz Torrado, primera mujer en ostentar este cargo en la región, en los municipios que comprenden el Catatumbo persiste una dinámica de conflicto armado que se ha incrementado en los últimos años con las disputas entre los diferentes grupos. “La violencia armada conlleva también afectaciones a los derechos y libertades de las mujeres; evidenciándose hechos victimizantes como el reclutamiento forzado de niñas; incluso, este fenómeno pudo haber aumentado con ocasión de la pandemia al alejarlas de entornos protectores como lo son las escuelas”, aseguró. 

Un dato perturbador evidenciado en los análisis institucionales frente a las violencias de género en el Catatumbo “es que en este tipo de contextos donde los grupos armados ilegales ejercen una fuerte presencia, la imposición de normas de control social que son particularmente rígidas para las población femenina, se materializan en actos que afectan de un modo más violento las vidas de las mujeres, ya que en el imaginario colectivo como los hechos lo demuestran, sus cuerpos se han convertido en medios simbólicos para transmitir mensajes de dominio y control. Ejemplo de esto, es la estigmatización que recae sobre las que tengan relaciones con miembros de la fuerza pública”.

¿Por qué proteger a las mujeres del Catatumbo?

Aunque si bien es el Estado el responsable de proteger la vida y la honra de todos los ciudadanos, dadas las características del Catatumbo las mujeres han desarrollado estrategias de asociación que les permiten de cierta manera defenderse.

Según la directora del programa de Trabajo Social de la Unisimón, Magali Alba Niño, ellas tienen una consigna: “Juntas visibles, solas invisibles”, lo cual se evidenció en unas prácticas sociales comunitarias que han construido las mujeres, generado protección en las lideresas, la construcción de sororidad y elementos cimentados en las mismas comunidades.

El papel de las lideresas es de suma importancia debido a que construyen paz a través de los diferentes espacios de participación, por ejemplo las JAC, Consejos Municipales de Paz, mesas de participación de víctimas, a través de los diferentes espacios asociativos y redes comunitarias. “Es importante mencionar que las mujeres víctimas de la violencia consideran que las lideresas son un puente confiable para acceder a los servicios de las instituciones”, reveló Díaz Torrado. 

De lo anterior es importante decir que buena parte de los casos de violencia no son denunciados porque las víctimas se mantienen aterrorizadas por sus victimarios, sienten desconfianza de las instituciones, se sienten revictimizadas, porque no se garantiza la no repetición de los hechos o porque la repuesta sancionatoria al victimario es tardía e ineficaz.

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Domingo, 25 de Julio de 2021
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