La Opinión
Suscríbete
Elecciones 2023 Elecciones 2023 mobile

Cien años de soledad

~ Jorge Luis Borges declaró que muchas obras no había leído de García Márquez, pero que le bastaba Cien años de soledad: “No hay duda que se trata de un libro original y que no procede de ninguna escuela”. Son varias las razones que explican esta originalidad, pero hay cuatro fundamentales.~
~Jorge Luis Borges declaró que muchas obras no había leído de García Márquez, pero que le bastaba Cien años de soledad: “No hay duda que se trata de un libro original y que no procede de ninguna escuela”. Son varias las razones que explican esta originalidad, pero hay cuatro fundamentales.~ Jorge Luis Borges declaró que muchas obras no había leído de García Márquez, pero que le bastaba Cien años de soledad: “No hay duda que se trata de un libro original y que no procede de ninguna escuela”. Son varias las razones que explican esta originalidad, pero hay cuatro fundamentales. La primera es que tiene sus fuentes originales en la realidad: la historia de la familia, la infancia del escritor, la casa natal, los abuelos, Aracataca, el Caribe, Colombia y América Latina. La segunda, que García Márquez asume en Cien años de soledad, de forma personalísima, las influencias de muchas de las más insignes creaciones literarias de la humanidad: La Odisea, La Biblia, Las mil y una noches, Edipo Rey, Amadis de Gaula, Diario del año de la peste, La casa de los siete tejados, El siglo de las luces, Pedro Páramo, las obras de los cronistas de Indias, los libros de Kafka, Faulkner, Joyce, Virginia Woolf y los del mismo Borges.

De todas éstas, tal vez sean las de Kafka, Sófocles y Faulkner las que marcaron un rumbo más determinante al colombiano, pues el primero le dio una visión fundamental del arte de la invención literaria, el segundo lo introdujo en el tema de los grandes mitos y el tercero le enseñó a concebir un pueblo y unos personajes arquetipos. La tercera razón es que, a diferencia de sus colegas latinoamericanos, García Márquez no toma en préstamo las técnicas de la novela europea y americana del siglo XX, sino que se sirve de sus enseñanzas para obligar a su materia prima narrativa a rendir sus propias estructuras.

En este sentido, como ha señalado la crítica húngara Katalin Kulin, Cien años de soledad tiene el mérito añadido de ser la obra que consolida una forma original latinoamericana de novelar la realidad. La cuarta razón que explica la originalidad de esta novela radica en que su autor no copia, recrea o interpreta la realidad, sino que fabula a partir de una visión previa de la realidad, visión que puede ser atávica, personal o colectiva, es decir, todo ese bagaje que constituye los hábitos mentales y culturales de la gente.

La casa de los abuelos determina su instante genético primordial y más fecundo, hasta el punto de que Cien años de soledad se tituló La casa durante casi veinte años, tiempo durante el cual se estuvo gestando la novela, que vio la luz en Buenos Aires, de la mano de la Editorial Sudamericana el 30 mayo de 1967.

La historia de esta gestación se puede resumir siguiendo el hilo evolutivo que va del niño-narrador de “La tercera resignación”, el primer cuento de García Márquez, al Melquiades narrador y profeta de Cien años de soledad, es decir, siguiendo el proceso de cómo el primero se convierte en el segundo.

De todas las experiencias que acumuló García Márquez a lo largo de su infancia en la casa de los abuelos, la de la muerte es tal vez la predominante. Porque el niño no sólo presenció la muerte trágica de algunos personajes cercanos de Aracataca, sino que el abuelo Nicolás Márquez le aportó su experiencia directa con la muerte al referirle historias y anécdotas de La Guerra de los Mil Días, en la cual él había combatido con el rango de coronel. Más aún: un día le dejó caer al nieto de seis o siete años el mayor tormento de su conciencia: “Tú no sabes lo que pesa un muerto”. Se refería a su tragedia personal de cuando, en la lejana Barrancas, había tenido que matar de dos disparos en un duelo a su amigo y copartidario Medardo Pacheco Romero. Con todo, eran los muertos vivientes de los relatos fantasmagóricos de la abuela Tranquilina los que le causaban verdadero pavor. García Márquez recordaría, como uno de los instantes más intensos de su infancia, las tardes en que la abuela lo sentaba en una silla de la sala
bajo la amenaza de que si se movía y seguía molestando, los antepasados muertos de la familia, que deambulaban por toda la casa, vendrían a pedirle cuentas. Esta experiencia tiene una importancia radical en el escritor desde “La tercera resignación” hasta Cien años de soledad.

En este primer cuento el personaje es un niño de siete años que ha muerto de fiebre tifoidea y queda en un estado de muerte-vida, desde el cual sigue creciendo y tomando conciencia de sus nuevas posibilidades y limitaciones. El personaje padece durante los dieciocho años que dura su muerte-vida o su vida-muerte tres muertes sucesivas, hasta convertirse en un muerto abstracto, en un espíritu. En La hojarasca, la primera novela del autor, el niño, que ahora tiene once años, es un personaje sentado en una silla desde la cual afronta atónito la imagen del cadáver del médico de Macondo que se ha suicidado.

En el relato “Alguien desordena estas rosas”, el niño es un alma liberada de su cuerpo, con existencia propia, y quiere robar un ramo de rosas para colocarlo en su tumba. Es un muerto viviente, un soplo vital, pero su mundo y sus movimientos son todavía muy limitados. Sólo en Cien años de soledad este alter ego del autor, habiendo crecido en todo, con un mundo y una visión autosuficientes, logra trascender los límites de la vida y, habiendo alcanzado la inmortalidad, el otro lado de las cosas, se hace profeta, poeta, inventor y narrador, pues es quien dentro de la novela escribe la novela en sánscrito.

Al final de la historia sabemos que el verdadero narrador es Melquíades, y, puesto que ha estado varias veces en la muerte, es de suponer que se trata de un espíritu puro que, sin embargo, tiene los pies sobre la tierra, y que gracias a su continuada experiencia de la muerte ha alcanzado una visión y una lucidez totales.

Es decir, el niño-muerto o niño-frente-a-la-muerte de sus primeros relatos ha evoluciona hasta llegar a ser Melquíades, quien por fin logra entrar de forma convincente en el reino de los muertos, como acaso lo deseó más de una vez el niño Gabito sentado en una silla frente a los espíritus de la abuela Tranquilina.

García Márquez desveló en alguna entrevista que la imagen inicial de la novela en la que se ve al coronel Aureliano Buendía de niño yendo con su padre a conocer el hielo, es una transposición de su propio recuerdo de niño yendo por las calles de Aracataca de la mano de su abuelo. No sólo esta imagen inicial, sino toda la novela, todos los personajes, todas las historias y fenómenos naturales, así como el mítico pueblo de Macondo, tienen sus referentes en la realidad, en algún miembro de la numerosa familia del escritor, en las vivencias de muchos de sus amigos, en las leyendas populares o en personajes de la historia local y nacional.

El éxodo de José Arcadio Buendía y sus hombres que da origen a la fundación de Macondo, porque en el pueblo original donde vivía se la aparecía todas las noches el alma de Prudencio Aguilar, a quien aquél había dado muerte por un asunto de gallos, tiene su equivalente en la trágica historia del abuelo Nicolás Márquez con su copartidario y amigo Medardo Pacheco Romero, hecho que lo obligó a emigrar con su familia a Santa Marta, Ciénaga y Aracataca.

El incesto entre José Arcadio Buendía y Úrsula Iguarán y su miedo a engendrar hijos con cola de cerdo se explica porque los abuelos del novelista eran primos hermanos. Los diecisiete hijos naturales del coronel Aureliano Buendía corresponden, más o menos, a los numerosos hijos naturales que el abuelo Nicolás tuvo con distintas mujeres. El mismo coronel Aureliano Buendía, su personalidad y sus hazañas guerreras, así como su derrota y su soledad, se fundamentan en la vida del abuelo y del general Rafael Uribe Uribe, quien dirigió las tropas liberales en La Guerra de los Mil Días (1899-1902).

Las mismas guerras de la novela son un trasunto de las más de veinte guerras civiles que tuvo Colombia a lo largo del siglo XIX. La compañía bananera que explota el banano en Macondo es la misma United Fruit Company que cultivó durante décadas este producto en Aracataca y otros municipios vecinos.

La matanza de los trabajadores bananeros en la plaza de Macondo corresponde casi literalmente a la matanza que los soldados del gobierno conservador de Miguel Abadía Méndez cometieron contra los trabajadores de la United Fruit Company en la estación ferroviaria de Ciénaga el 6 de diciembre de 1928. Y hasta el mítico Macondo, la ciudad de los espejos o de los espejismos, donde transcurren los cien o doscientos años de soledad, se mira en un espejo real: Aracataca.
Viernes, 15 de Agosto de 2014
Premium-home
Patrocinado por:
Logo Empresas
Temas del Día