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Colombia
Familia de Yuliana Samboní regresó al campo
Se cumplen siete meses del atroz crimen que golpeó a Colombia.
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Colprensa
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Lunes, 3 de Julio de 2017

Cómo está viviendo la familia de Yuliana Samboní al cumplirse siete meses de la tragedia que golpeó, no solo estos campesinos caucanos, sino a todo un país, al conocerse los horripilantes hechos en los murió la pequeña que, para entonces, tenía siete años de edad.  

La familia de Yuliana Samboní enfrenta el duelo por su trágica partida, dedicándose a tareas agropecuarias en la vereda El Tambo, zona rural de Bolívar, Cauca, y al cuidado de Julián Andrés, el pequeño que nació hace tres meses, después del triste final de su hermana en Bogotá.

Como borrando poco a poco de la memoria las dolorosas escenas vividas en el mes de diciembre pasado, esta familia se instaló en este punto de la zona rural, para brindarle una mejor atención al que consideran el ejemplo de esperanza, su último hijo, el mismo que nació en la unidad de neonatos del Hospital Universitario San José de Popayán, justo cuando se consolidaba la condena a más de 51 años de prisión contra el responsable de la muerte de su hermana Yuliana, el arquitecto Rafael Uribe Noguera.

Ahora, la atención se la lleva el pequeño, su mamá no se le despega y se entretiene con cada cuidado que le brinda, con cada cambiada de pañal, con el aseo diario, los golpecitos para alejarlo de los molestos gases. Él es la dosis de coraje que requiere esta humilde familia caucana para superar el drama padecido.

Estas labores inician casi a la par con la que Juvencio Samboní debe adelantar para obtener su sustento económico. Ellos viven en una humilde casa edificada con madera y adobe, ubicada en un sector conocido como El Recreo de esta población.

“Es algo muy duro que no pasa de la noche a la mañana, ahí vamos. Mi esposa se entretiene mucho con el bebé, ella le juega, le habla, lo acaricia mucho, no se separa mucho de él… yo estoy pendiente de las citas, de esas órdenes médicas, de estar llamando a las clínicas para ver cuándo es que me lo atienden, de preparar el viaje a Popayán o Cali donde están los Médicos, en los tiempo que tengo descanso haga todo eso. Ahora trabajo jornaleando en las fincas de acá, en Los Milagros, donde decidimos quedarnos después de lo que pasó para no volvernos a separar de Yuliana”, dice Juvencio al explicar por qué están de nuevo instalados en este zona agropecuaria del municipio de Bolívar, sur del Cauca: en el cementerio del corregimiento Los Milagros yacen los restos de la pequeña Yuliana.

Julián Andrés, motivo de vida

Tras el nacimiento de Julián Andrés Samboní, y luego de que su padre asistiera a la audiencia condenatoria contra el verdugo de su pequeña hija, Nelly Muñoz, Nicol Sofía de tres años, el bebé y el creador de esta familia llegaron otra vez a la casa familiar de la vereda El Tambo de dicho corregimiento, para iniciar de nuevo, para dejar atrás esa Bogotá que le arrebató a su niña, a la pequeña que llegó a la  Capital, pero que por la maldad de una persona debió partir tempranamente al reino de los cielos.  

“Para qué nos quedábamos en Bogotá, donde nos pasó eso tan espantoso, acá en la vereda estamos tranquilos, nos recibieron otra vez, estoy trabajando al día en las fincas, abriendo chambas, cercando, desyerbando, recogiendo la fruta, llevándoles la comida a los animales, por eso me gano 15 mil pesos, que vale un jornal por acá. Eso sí, llevo la comida, cuando el señor de la finca nos da el almuerzo solo me pagan 10 mil pesos, con eso vivimos. Mi señora me ayuda con las cosas de la casa, con el cuidado de los niños, mi otra hija está de nuevo en el jardín de acá, donde ya tiene más amiguitos”, dice Juvencio.

Desde un teléfono celular atiende constantemente llamadas de amigos, periodistas, funcionarios… es el precio que debe pagar por haber vivido en ese mundo citadino donde intentó tener una vida económica estable.

Para el jefe de esta familia, los hechos padecidos son una lección de la vida, de nunca renegar de la rudeza de los trabajos agrícolas porque dice que la existencia no está donde hay que rogar un empleo sino donde se lo ofrecen, como en las fincas donde labora, en las mismas que se dan productos cítricos así como la quinua, alimento que se produce con abundancia y es el que permite que la población de Los Milagros enfrente las dificultades de vivir en el campo.  Juvencio arranca sus labores a las 6:00 a.m. y van terminando al caer la tarde.  

Dice Juvencio que arrancarle ganancias al campo está duro, porque el clima está afectando los cultivos de tomate de árbol, lulo, sandía, cebolla, yuca, se suma a lo anterior a los altos costos que debe pagar el pequeño agricultor para sacar a la venta estos productos a los cascos urbanos de Bolívar, La Cruz o San Pablo, en el vecino departamento de Nariño.  

La dura vida del campo

La versión de este agricultor también la comparte Einer Zúgiña, presidente de la Junta de Acción Comunal de este corregimiento, ubicado en las estribaciones de la Cordillera Central. Para el líder social, sus paisanos es gente guerrera que briega día a día para sacarle provecho económico a los cultivos que se dan en la zona.

“La condiciones acá son duras, porque sacar una estopa o costal de 50 kilos de un producto a las tres plazas de mercados, ubicadas en Bolívar, San Pablo o La Cruz, cuesta un promedio de 4000 pesos en chiva, entonces dimensione cuánto cuesta sacar una tonelada, por ejemplo de granadilla, entonces el productor tiene un margen de ganancia muy mínimo, esa es la gran realidad económica de Los Milagros. Acá el producto que está dando un alivio al campesinado es la quinua porque son más o menos 500 compañeros que generan, con una cosecha, unas 800 toneladas de este cereal”, explica el representante comunero.  

Con obstáculos como la falta de buenas vías, no hacer una buena comercialización de sus productos, e incluso de la presencia de grupos armados en esta región, la comunidad de Los Milagros acoge con fraternidad a la familia de Yuliana Samboní.

“Quedan cosas duras en nuestra vida, mi niña es la que aún pregunta cuándo vuelve su hermana, que cuándo la trae ese maldito que se la llevó en el carro; ella dice eso porque estaba con Yuliana el día de los hechos, vio cómo la subió a esa camioneta, entonces ella aún no asimila el tema de su muerte. Hemos querido dejarla con esa imagen que tiene de Yuliana, estamos en los programas de asistencia psicológica del Bienestar Familia para superar ese tema, es la Institución que nos acompaña actualmente, incluso son ellos lo que ayudan con los desplazamientos hacia Popayán o Cali para el tema médico de mi bebé”, agrega Juvencio.

Ahora, y como parte de esta etapa de sanación, los Samboní preparan la fiesta de cumpleaños de Nicol Sofía, su otra pequeña que esta a punto de cumplir cuatro años, el próximo mes de agosto. Para este momento, esperan compartirlo con la comunidad de este corregimiento, con sus niños y jóvenes, los mismos que ese triste diciembre de 2016 los recibieron para darle el último adiós a Yuliana. También quieren celebrar con Nicol Sofía la llegada de esa navidad. Ahora, conocieron de la existencia de Julián Andrés.  

“Acá en Los Milagros no desamparamos a nuestros hermanos, los Samboní se han integrado a todas las actividades que adelantamos en la población, como los Carnavales de Blancos y Negros, la fiesta de Los Cuadros, la celebración por la memoria de José Dolores Daza, exalcalde de Bolívar que era oriundo de nuestros corregimiento, con estos eventos ellos van dejando atrás ese momento tan doloroso”, acota Eider Zúgiña.  

En este momento, a siete meses de los trágicos hechos, la familia entonces vive en la tranquilidad de este poblado, sacando adelante a los dos pequeños y esperando que se dé la ampliación de la pena que deberá purgar Rafael Uribe Noguera. Los padres de Yuliana piden que se eleve a 60 años el tiempo que deberá cumplir, en la cárcel, el responsable de este atroz crimen.  

La familia Samboní Muñoz salió, a mediados de 2012, de Bolívar, Cauca, en compañía de unos primos para empezar una nueva vida en Bogotá. La aspiración de los padres de Yuliana era trabajar en la Capital, ahorrar y luego retornar al municipio del cual salieron por la crisis agraria y el miedo que causa aún en la zona la presencia de un grupo armado al margen de la ley.

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