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Colombia
Gardel vs. el papa Francisco
Francisco, al igual que el cantor argentino, tendrá un lugar donde se recordará su paso por Medellín.
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Colprensa
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Sábado, 2 de Septiembre de 2017

En Medellín dos monumentos perpetúan la memoria de Carlos Gardel. Cuando el papa Francisco abandone la capital antioqueña el 9 de septiembre después de una visita de ocho horas, un mosaico de cara de cincuenta metros y dos toneladas, recordará su fugaz estadía en la Bella Villa.

Como lo sabe hasta el policía de la esquina, Gardel tuvo a bien morir el lunes 24 de junio de 1935 en un accidente aéreo en la capital de la segunda trinidad bendita que cantó Gregorio Gutiérrez González: frisoles, mazamorra arepa.

Por el detalle de morir en al aeropuerto Olaya Herrera, bautizado así en honor del expresidente liberal, el cantor tiene un monumento en el mencionado “campo de aviación” como se le denominaba antes. El segundo monumento está en la Calle 45, la Tangovía del barrio Manrique. 

Personaje o equipo de fútbol que visita Medellín deja su placa en el Olaya. O va en romería a visitarlo. El último en hacerlo fue el Racing Club hace unas semanas. ¿Dejará el papa, furioso hincha del san Lorenzo, su huella? Tendría que salirse del libreto.

La agenda del papa no incluye depositar una jaculatoria floral ante el monumento a Gardel cerca del cual Francisco oficiará una misa de dos yemas para más de un millón de personas.  

La estatua de Manrique, el Vaticano del tango, está ubicado a media milonga de la Casa Gardeliana que perpetúa el legado del cantor. La Gardeliana salió de la inspiración de un paisano del papa, don Leonardo Nieto, quien a los 90 años largos sigue tan campante. 

Si el papa se escapara a Manrique se llevaría la sorpresa de ver la letra el tango “Volver”, de su admirado Gardel, dibujado en una escalera que conduce a las alturas del célebre barrio. 

Más arriba, en el bar Alaska, que tiene la edad del papa, 80 años, podría escuchar tangos de sus amados Julio Sosa, Juan D’Arienzo, el rey del compás, o Astor Piazzola.

Y de otros consentidos suyos como la cantante y compositora Azucena Maizini, su vecina de barrio en Buenos Aires, a la que le aplicó la extramaunción, según recuerda el periodista Guillermo Romero, estudioso del papa gaucho.

En el Alaska escucharía temas que siempre le han gustado como la centenaria “La cumparsita”, “Canaro en París”, “Por una cabeza”, “Yo no sé qué me han hecho tus ojos”. (Si para entonces no han cerrado el histórico bar para poner allí una panadería, algo que parece inminente. “Qué atropello a la razón”, protestan los tangueros de ley).

Don Leonardo se ha ganado estruendosos aplausos porque de su propia inspiración es también el tradicional Salón Versalles, un ícono gastronómico, social, cultural, deportivo y nostálgico que siempre le ha guardado fidelidad a la avenida Junín, la joya de la corona callejera de los paisas. El papa encontrará allí las empanadas argentinas y la pasta italiana como le gustan.

Francisco en mosaico

Para recortar ventaja frente a Gardel con los dos monumentos erigidos en su honor, Francisco reencarnará en vida en Medellín en un mosaico que se levanta por estos días, con paciencia jesuítica y benedictina, en el segundo destino de Francisco en la capital antioqueña: una pared exterior de 50 metros cuadrados del Hogar San José, cerca del parque Obrero, en el barrio Boston, en el centro de Medellín.

Iván Darío Gil Bolívar, de Yarumal, autor del mosaico mural, se la apañó para obtener el “imprimatur” del arzobispo de Medellín, monseñor Ricardo Tobón, y del entonces gerente para la visita papal, Carlos Raúl Yepes, el ejecutivo que prefirió vivir a perpetuarse en el estrés como presidente del Banco de Colombia. 

Yepes también renunció, esta vez calladamente, a la gerencia de la visita del papa, cargo para el cual había sido nombrado por el alcalde Federico Gutiérrez.

El Hogar San José es la obra social más antigua de la ciudad con cien años y monedas de servicio. En la actualidad, en dos centros, reciben atención integral 1.400 alumnos que han sido abandonados por sus taitas.  Monseñor Armando Santamaría, director del Hogar, le contará la película completa al cardenal Bergoglio.

Gil Bolívar es un empresario retirado que convirtió en profesión su afición por el mosaico, vieja expresión del arte religioso que pelechó inicialmente en Persia, de donde pasó a Roma, floreció en Rávena, Italia, Constantinopla, Tesalónica, Venecia y México en tierras de América.

Aprendió el oficio a partir de su condición de dibujante. Lo demás fue estudiar, visitar un taller en Ravena, Italia, la mata del mosaiquismo, y dejarse guiar por el maestro Pablo Jaramillo, ceramista de Sonsón. Y como familia que “mosaiquea” unida, permanece unida, su esposa Beatriz Upegui y su hijo José, le aportan sustanciales luces en su arte.

Como Gil es católico de amarrar en el dedo gordo, de misa semanal, confesión y comunión, le ha cargado la mano a personajes de su cuerda religiosa. 

Se inició haciéndole un homenaje a seis yarumaleños ilustres a los que volvió mosaico en un muro levantado cerca del parque principal de su ciudad. En esta ocasión optó por el mosaico italiano a base de azulejos fragmentados. En la obra quedaron Epifanio Mejía, poeta, Mariano de Jesús Eusse, presbítero, Francisco Antonio Cano, pintor, el vicealmirante Rubén Piedrahita, uno de los quíntuples de la Junta Militar que remplazó a Rojas Pinilla, Gil J. Gil, médico, y Benjamín de la Calle, fotógrafo.

A la entrada del municipio de Angostura, vecino de Yarumal, repitió mosaico del siervo de Dios, el padre Marianito. En el municipio de Jericó hizo ejecutó el mosaico de la madre Laura, Santa Laura.  

En la estación del metro de Bello, tiene otro mural de un santo laico, el expresidente Marco Fidel Suárez, oriundo de ese municipio del Valle del Aburrá.

Hasta el momento, el mosaico de cara más grande del mundo que ha elaborado Gil Bolívar, es el del padre Rafael García Herreros, de 80 metros cuadrados, en la plazoleta del Minuto de Dios, en Bogotá. 

Lo hizo con motivo de los 60 años del programa de televisión El Minuto de Dios que ha tenido dos directores: el padre García-Herreros y su sucesor, el padre Diego Jaramillo, otro hijo de Yarumal.

Entre otros, tiene listos en su taller mosaicos de Luis Carlos Galán y del maestro Fernando Botero de 85 metros cuadrados, uno por cada año cumplido por el artista. Espera el visto bueno de la familia de Galán y del propio Botero que se levantaría en la plazoleta que lleva su nombre en Medellín.

El papa Francisco pasará en dos ocasiones en su papa móvil frente al mural en el hogar San José, a la entrada y a la salida. No está prevista una escala técnica para mirarse al espejo de su mosaico. 

Pero el artista espera el milagro de que el pontífice se vea reencarnado en el mosaico de 2 toneladas representadas en 638 baldosas que albergan 91.872 teselas, pequeños cuadritos de cristal fundidos. Con el mosaico, el marcador en monumentos seguirá favoreciendo a Gardel 2-1.

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