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Colombia
‘A los niños indígenas el abandono los relegó a un segundo plano social’
Los pequeños soportan condiciones extremas por la sequía y el abandono estatal. 
Sábado, 13 de Febrero de 2016

En las últimas semanas, la muerte de siete niños wayúu por desnutrición en la Guajira ha puesto los ojos del país en una problemática que si bien no es nueva, ha cobrado relevancia por las condiciones cada vez más precarias que enfrentan los niños en este departamento, históricamente golpeado por la corrupción, la falta de alimentos, de agua y de acciones gubernamentales articuladas que dificultan una intervención integral en favor de estas comunidades. 

El pediatra cucuteño Hernando Villamizar, expresidente de la Sociedad Colombiana y Latinoamericana de Pediatría, hace parte de un equipo de médicos de esa asociación que está comprometida y trabaja para mejorar las condiciones de salud de los niños de esa región del país. SAIL (Salud y Autosuficiencia Indígena en La Guajira) es un programa integral que incorpora trabajadores de la salud locales cuya meta es disminuir la mortalidad infantil y materna de un grupo poblacional de La Guajira y busca mejorar la calidad de vida de las actuales y futuras generaciones de indígenas wayúu. 

El programa, que apenas arrancó hace dos años y ya muestra buenos resultados, es fruto de una iniciativa del Hospital de Niños de Texas (Texas Children’s Hospital, de Houston), uno de los más importantes hospitales pediátricos de EE.UU, que junto a la Sociedad Colombiana de Pediatría y otras compañías privadas e instituciones gubernamentales, y de la misma comunidad local, viene brindando capacitación, asistencia en salud y nutrición a la población materno-infantil wayúu de una zona de influencia de los municipios de Manaure y Riohacha, concretamente a las comunidades de Mayapo, El Pájaro y Aremasain, y benefician a 6.200 personas.

“Los niños que nacen en territorios indígenas de La Guajira, y otros marginales en el país, no podrán tener las oportunidades que tiene el resto de la población colombiana en su adultez, porque el abandono y la desnutrición los relegó a un segundo plano social”, asegura Villamizar, quien recientemente visitó la zona y constató la dramática situación que enfrentan  los menores. 

El programa SAIL traslada médicos (en este momento un pediatra y un obstetra), nutricionistas, trabajadoras sociales y promotoras de salud wayúu, oriundas de la región, a 172 comunidades agrupadas en rancherías y ofrece atención y capacitación para trabajadores de salud consolidando así un esquema de autosostenimiento, elemento fundamental del programa, que mejore las condiciones de salud y proteja de la desnutrición a esta comunidad.

Villamizar reconoce que este esfuerzo debe ser de largo aliento y estima que si se replica, se podrá evitar que más niños indígenas en el territorio guajiro y en zonas marginales del país sigan viviendo en condiciones que se podrían calificar como infrahumanas.

Añadió que el problema no se limita a La Guajira donde esas personas malviven en condiciones extremas al carecer de cultivos por la escasez de agua y la aridez de sus tierras, pues situaciones coyunturales como el fenómeno de El Niño y el cierre de la frontera con Venezuela han acelerado los problemas de la cadena alimentaria en la región.  

Explica que  hay otros elementos sociales que acrecientan los altos índices de desnutrición, incluso en zonas ricas en biodiversidad, como la violencia, la carestía de recursos, la falta de inversión social, la corrupción y especialmente la falta de organización eficiente y articulación de acciones gubernamentales que se solapan, se dilapidan y ofrecen pobres resultados.

En Colombia un niño de la población indígena tiene 24 veces mayor riesgo de morir por desnutrición que un niño de la población general. Este no es un hecho aislado, pues el 81,8% de las madres de estos niños tienen bajo o ningún nivel educativo que les dificulta aún más encarar asertivamente su difícil situación. 

Según la Sociedad Colombiana de Pediatría, las estadísticas de desnutrición en el país, no solo en La Guajira, son preocupantes, pues la última encuesta de la situación nutricional del país (ENSIN 2010) evidenció que ese Departamento tenía el tercer índice más alto de desnutrición crónica en población menor de 5 años con  27,9 %, solo superado por otros dos Departamentos con mayoría de población indígena: Vaupés, con 34,7 % y Amazonas con 28,7 %.

Si volvemos a los números, estos reflejan parte de los condicionantes sociales que llevan a desnutrición y finalmente, en algunos casos, a la muerte. En los años 2014 y 2015, cerca de 300 niños murieron cada año en Colombia por alguna causa relacionada con la desnutrición. De estos, cerca del 15% murieron en La Guajira.

Para Villamizar, la muerte de un niño por una causa prevenible es responsabilidad y un problema de Estado que debe preocupar seriamente a la sociedad civil; no obstante, agrega: “la población, nosotros, individual o colectivamente, también tenemos algún grado de responsabilidad que puede traducirse en solidaridad si nos organizamos, denunciamos, exigimos e incluso trabajamos en cooperación con el gobierno y las entidades oficiales”.

“Nuestra  Sociedad Colombiana de Pediatría podría llevar, por decir una cifra hipotética 100 pediatras a la Guajira, pero esa ayuda solo aliviaría el problema por un tiempo, porque en estas comunidades se requieren servicios básicos como agua potable y saneamiento básico, transporte y servicio de salud permanente, que no existen o escasean”, indicó el pediatra, que hace énfasis en la necesidad de unir esfuerzos privados, comunitarios y oficiales para tratar de cambiar esta realidad para siempre. 

*La Opinión

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