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Para un niño es más peligroso estar en la casa que en el colegio, incluso en época de pandemia: Alejandro Gaviria
En entrevista con La Opinión, el rector de la Universidad de los Andes y exministro de Salud habla sobre la manera en la que se ha tratado el regreso a la educación presencial.
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Estefanía Colmenares
Lunes, 1 de Febrero de 2021

Con el propósito de liderar y generar una toma de consciencia colectiva sobre las consecuencias que está teniendo y que puede tener a futuro el cierre de los colegios en Colombia, un grupo de académicos e intelectuales se unieron para poner sobre la mesa los argumentos que explican  por qué la educación presencial es vital. 

Uno de ellos es Alejandro Gaviria, rector de la Universidad de los Andes y exministro de Salud, quien asegura que más allá de las consecuencias en temas de nutrición, de salud metal, de violencia doméstica y desempleo femenino, tener los colegios cerrados está generando brechas educativas que van a generar una sociedad y un país más desigual.

En entrevista con La Opinión, Gaviria analizó la manera en que se ha tratado el regreso a la educación presencial y entregó argumentos que, a su juicio, se deben tener en cuenta para abordar este debate.   

¿De dónde nace la idea de liderar esta conversación sobre #LaEducaciónPresencialEsVital?

Este grupo nace en las redes sociales. Un conjunto de investigadores, intelectuales públicos y expertos en educación, empezamos a opinar de forma independiente sobre estos temas. Entre ellos figuran varios profesores de la Escuela de Gobierno de la U. de Los Andes, un intelectual importante del país como Moisés Wasserman, exsecretarios de Educación como Óscar Sánchez e Isabel Segovia, exviceministra de Educación. Nos damos cuenta de que este es un debate que debemos dar, no para abrir los colegios de manera inmediata ni de forma irresponsable, pero notábamos cierta indiferencia con lo que estaba ocurriendo: con el aumento de la deserción escolar y sobre todo con la desaparición de la educación para millones de niños en Colombia, especialmente para los más vulnerables, en áreas rurales y en estratos 1 y 2.

Empezamos a hablar, hicimos estudios desde la Universidad de los Andes y decidimos juntarnos para liderar al unísono, entre todos, una toma de consciencia de la sociedad colombiana sobre los problemas que se están volviendo más o menos invisibles, como el cierre de la educación presencial, con todo lo que ello implica. Aunque no todos opinamos lo mismo, pues somos un grupo heterogéneo ideológicamente hablando, todos comprendemos la importancia de dar el debate y de comenzar de manera responsable, en la medida en que la situación epidemiológica lo permita, a abrir paulatinamente los colegios y escuelas. No estamos diciendo que esto es prender un botón y mañana todos estamos allá, pero creemos que hay pasividad de buena parte de la sociedad frente al tema, no solamente del estado. 

¿Esa pasividad que menciona se ha dado desde todos los sectores: padres de familia, maestros, sindicatos, el Estado? ¿Ha faltado escuchar más la voz de los jóvenes en este debate?

Sí, creo que ha faltado escucharlos más. Alguien hace poco usó el término ‘adultocracia’, acá tenemos decisiones que han tomado adultos, dejando de lado a los niños y adolescentes. Yo creo que, incluso, los medios de comunicación apenas ahora están empezando a ver el tema. Hay también mucho miedo entre los padres de familia, hay una posición defensiva por parte de los sindicatos de maestros, que habría que entender; yo tampoco quiero plantear un conflicto y que esta discusión sea una discusión pugnaz, como todas las que se dan hoy en día que se politizan de entrada. Esta es una iniciativa que está proponiendo un diálogo de la sociedad sobre un tema crucial. 

¿Cuáles han sido las consecuencias más complejas de tener las escuelas cerradas?

Además de la deserción escolar, podemos mencionar las brechas educativas, es como si estuviéramos diciendo: solamente los hijos de las clases medias urbanas pueden estudiar, los otros lo van a hacer en unas condiciones precarias. Un porcentaje muy alto de los niños, sobre todo los más vulnerables, están dedicando un poco menos de dos horas al día al estudio.

Las consecuencias que eso va a tener más adelante sobre el acceso a la educación superior,  sobre el desempeño socioeconómico, sobre la posibilidad de conseguir un buen trabajo son inmensas. En el fondo estamos generando una sociedad más desigual, eso hay que decirlo. Es invisible por ahora, pero va a tener una consecuencias gravosas para tener una mejor sociedad y un mejor país.

También están los temas de nutrición, de salud metal, de violencia doméstica, el desempleo femenino tiene mucho que ver con esto. Hoy la tasa de desempleo en mujeres jóvenes, menores de 30 años con hijos, ronda el 50%. Eso también es injusto. Ante la dimensión de estos problemas 
hay que hablar un poco más fuerte. Siempre he sido partidario del diálogo civilizado, con respeto, pero también con vehemencia. 

¿Qué mecanismos han pensado desde el movimiento que vienen liderando para ayudar a los padres de familia, a los profesores y rectores a perder el miedo de retomar, así sea en alternancia?

Planteamos una toma de consciencia para hablar públicamente y eso es lo que estamos haciendo. Vamos a tener que tener unas campañas masivas que lleguen a la gente, pero la clave es comunicar el riesgo adecuadamente. Yo creo que la gran mayoría de padres de familia no sabe este dato: para un niño es mucho más peligroso estar en la casa que estar en el colegio, incluso en medio de la pandemia.

La principal causa de muerte de los niños de estas edades son causas externas, accidentes que pasan fuera del colegio. Hoy hay muchos niños sin supervisión saliendo a la calle, por ejemplo. El coronavirus para los niños menores de 11 o 12 años es mucho menos grave que la influenza común.

Dicen que una sola vida importa, y eso es cierto, pero antes de la pandemia, en 2018 y 2019 se enfermaban niños de influenza y algunos se morían. Y todos los estudios han mostrado de manera reiterada que la influenza tiene consecuencias sobre la morbimortalidad más serias que el coronavirus para estos niños. Si es así, tuvimos que haber cerrado las escuelas y colegios toda la vida.

Los efectos sobre la salud mental de estos encierros tan largos, la ausencia de sociabilidad completa en estos grupos de edad es un experimento social que no habíamos hecho y que puede tener consecuencias devastadoras. Transmitir estos mensaje para que todo el mundo los entienda es el próximo paso de esta campaña. 

¿Cree que la rabia y las frustraciones hacia el Estado se están volcando hacía las instituciones educativas?

La semana pasada salió un dato tranquilizador: la gente aprecia el trabajo de los maestros. Pero es un hecho que esta crisis de confianza en el Estado, esta rabia y suspicacia afecta a las instituciones educativas, hace que lo que se diga muchas veces la gente no lo tome como cierto, dificulta el diálogo entre los ciudadanos, la sociedad civil, la academia y el Estado.

Esta es una enfermedad de la democracia de este siglo XXI: la gente dejó de creer en los expertos, en las autoridades y eso hace que el diálogo entre los estamentos de la sociedad civil sea mucho más difícil. Pero tenemos que nadar contra esa corriente, es el mundo que nos tocó vivir. 

¿La movilización de la sociedad, e incluso de los grupos políticos, ha sido suave al respecto?

Yo lo planteé y a algunos no les gustó: en el 2018 y 2019 hubo protestas de estudiantes, movilizaciones de la educación y de la Universidad Pública, la educación que debe estar en el centro de la sociedad. Ahora apagamos la educación y a nadie le importa. También veo un tema serio, muy complejo, por razones que son difíciles de explicar y es cómo estos temas se politizan de forma inmediata y los bandos de izquierda y derecha toman partido.

Para la izquierda, que antes había defendido la educación, la salud mental, los determinantes sociales, se volvió esto un tema tabú. Ellos dicen que no se puede volver. No entiendo por qué los progresistas no están del lado correcto de la historia. 

¿Estamos convirtiendo las escuelas y colegios en lugares de miedo?

Sí, eso es cierto, los estamos viendo como lugares de contagio, de miedo. Cuando la realidad es que es todo lo contrario, son los lugares más seguros, un refugio, son los lugares del afecto y de la sociabilidad. Eso es un gran error y es un error de los sindicatos de maestros.

Nos hemos equivocado en la manera en que hemos transmitido a la sociedad los miedos, muchos de ellos válidos. Lo que me parece más complicado es que los bares, los restaurantes y el comercio abiertos, los niños se ven y están buscándose con sus amigos y los colegios siguen cerrados. 

¿Ha faltado liderazgo en el Ministerio de Educación, de las secretarías de Educación y del mismo Gobierno?

Ha habido pasividad. Ellos dicen que se están preparando y eso está bien, pero no se puede olvidar que las instituciones del Estado tienen mucha más llegada que la sociedad civil. Por ejemplo, tener campañas masivas en prevención, comunicar el riesgo adecuadamente, retomar la confianza.

Liderar una estrategia para ganarse la confianza de los padres de familia demostrando que las cosas se van a hacer bien, que si un padre de familia tiene miedo porque está viviendo con el abuelito, se le diga tranquilo que no se va a forzar nada, pero que se transmita que se está trabajando para volver en la medida de lo posible a la educación presencial por las razones que ya hemos mencionado.  Me habría gustado tener al Ministerio siendo mucho más vehemente sobre lo que está ocurriendo. 

¿Ha faltado dar espacio a otras voces de expertos, médicos, pediatras que han hablado de la necesidad de pensar en retomar?

Los pediatras están observando lo que está pasando y las consecuencias para la salud de los niños. Y son un aliado muy importante en esto, porque las familias no creen en los economistas, ni en el Gobierno, pero si creen en los pediatras. 

Las apuestas de este grupo de expertos frente al retorno es…

No queremos que pase otro año sin clases. La perspectiva es un retorno parcial, del 20 o 30% en lo posible, la situación epidemiológica en todo el país es distinta y en la medida de lo posible organizarnos para pensar en eso. No podemos perder de vista que muchos niños no están aprendiendo. Si pasa mucho tiempo esto va a ser irreversible.

En Estados Unidos, con todos los recursos que tienen para los niños de una condición socioeconómica más desfavorable, los estudios han mostrado que en exámenes estandarizados, en matemáticas están apenas llegando al 30% de las competencias que deberían tener. Lo que podría pasar en Colombia es peor y una sociedad no puede estar pasiva a eso.
 

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