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“1,2,3…por mí”
Crecen instantes mágicos en un fondo de colores azules, mezclados en el alma para esculpir la serenidad.
Domingo, 13 de Enero de 2019

El ser humano asegura la fuerza de la existencia según la magnitud que dé a su intimidad. Sus pensamientos, si surgen libres, vuelven profundos, se dejan guiar por los vericuetos de la imaginación – como las mariposas - para componer un paisaje nuevo, propio, secreto, en el cual los espacios y los tiempos adquieren rituales de fantasía.

Una madrugada, por ejemplo, cuando voy a recoger La Opinión, puedo presentir que las sombras de los seres queridos caminan bondadosos a mi lado o que, aun, hay un eco tierno de las voces de los niños que contaron los números en la tarde, en el parque, para jugar a las escondidas “1,2,3…por mí”.

Otra, que bajo la bóveda de los árboles que aún crecen, hay escalas de sueños fáciles de trepar con una mirada pura, una canción, o con la luz que brote de la risa más bonita que se recuerde. 

Más allá, en un crepúsculo, se dibujan en arreboles los colores de la ilusión, crean un sueño a dónde van los duendes y se gestan las metáforas, para circundar los pasos de la, o en el silencio de los viejos, con acordes gratos a los pálpitos del corazón, en esperanza.

A la orilla del paisaje, o detrás, se agazapan el sol y la luna para la marisola o para despertar en el canto monólogo fresco con la nostalgia.

Entonces uno se apacigua, crecen instantes mágicos en un fondo de colores azules, mezclados en el alma para esculpir la serenidad: la vida pasa mejor así, como el viento, como una gota de tiempo que se desliza en el universo anhelante de sabiduría.

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