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A 50 pasos de la Luna
Cuando se ilumina de fases, se cruzan las rutas de las golondrinas y un camino de colores dulcifica el tiempo azul para proteger los sentimientos.
Domingo, 21 de Julio de 2019

La luna refleja la pausa universal de las horas, una hondura que se asoma al infinito con el pensamiento limpio y convoca a las estrellas a un maravilloso testimonio de timidez, ante la magia del espectáculo.

La vida y la muerte se inscriben en ella y parece que mostrara los susurros de los viejos recuerdos, en una ceremonia discreta de lo bonito que aún preside la nostalgia buena y uno no siempre ve, por estar perdido en la maraña de la vanidad y dejar fugar la ternura.  

Entonces ocurre eso que nadie imagina, que parece iluso y sólo saben narrar los poetas: se desmayan las flores, o aparece un beso con forma de brisa en el silencio blanco del rocío, o las gotas de la lluvia poseen un encanto que va regando el olvido lentamente, o el horizonte se llena de marea.

La naturaleza sublima el amor y la paz crece para mirar ese mundo íntimo que se desborda en las emociones, felices o tristes, no importa, que se inician en la madrugada con la mansedumbre de la luz, hasta que en la tarde se asoman, a ver si las deja acostarse al lado del crepúsculo del sueño. 

Depende de cómo uno la mire, la luna adquiere elocuencia, se vuelve de papel a los que no saben soñar, o un combo de luces para los románticos y, según se la sienta, dibuja una menor o mayor lejanía al corazón. 

Cuando se ilumina de fases, se cruzan las rutas de las golondrinas y un camino de colores dulcifica el tiempo azul para proteger los sentimientos: se abren surtidores de ilusiones para contar de pájaros el jardín. 

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