La Opinión
Suscríbete
Elecciones 2023 Elecciones 2023 mobile

Alrededor de su enagua

Al arrullo de su hogar creció el mío, al frente, con las burbujas de las ilusiones brotando entre las manos de Marta y de mis hijos.

Doña Jesusa tenía una sonrisa hermosa, tímida, como de medio lado -de lo sencilla que era- y, tan grata, como si una golondrina se quisiera escapar de la pajarera que guardaba en el alma.

Porque venía del campo, que era Pamplona, y traía en sus entrañas ese modelo de mujer candorosa, hacedora de costumbres y dispuesta a la crianza noble, esa que trasmite una tradición de sueños buenos.

En sus manos siempre había trastos, ollas, quehaceres, y unas ganas inmensas de engrandecer todo lo de la casa, para consentir a sus hijos y a los nietos que fueron naciendo, alrededor de su enagua, con el amor a la nona cantando su esperanza.

Había un gran árbol en La Rinconada, sombreado con las gracias de los carpinteros, los canarios y los pichones que tejían en los nidos una nostalgia igual a la de ella, con las travesuras de las ardillas, que trepaban ágiles para contarle cosas de esas ingenuas que se imaginaba mientras tupía, o cosía, o esperaba que los hervores cumplieran su tiempo.

Al arrullo de su hogar creció el mío, al frente, con las burbujas de las ilusiones brotando entre las manos de Marta y de mis hijos y una gratitud de vecindad que, aún hoy, cultivan desde la distancia con el afecto en el corazón.     

Por eso las Gómez son así, como la bondad de Gilma, o la calidez de Olga, como la escuela de niños que tenía Gloria en los ojos y como toda la hidalguía que se hizo patrimonio en una familia bonita.

Domingo, 5 de Mayo de 2019
Premium-home
Patrocinado por:
Logo Empresas
Temas del Día