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Anécdotas

¿Cuáles cambios? Varios, por ejemplo: en 2010 se eliminó oficialmente la “ch” y la “ll” y quedamos con 27 letras en el alfabeto.

Mencioné en la columna anterior que por esta época decembrina nos relajamos y pensamos en otros temas sobre lo que poco hablamos.

Por ejemplo, en mi época de estudiante en Barranquilla, años ochenta del siglo XX, tenía un columnista favorito en el diario local, era de la página deportiva, que aún vive, se aproxima a los cien años de edad y sigue escribiendo “en el mismo lugar y con la misma gente”. Tiene dos características: conoce el tema a profundidad y se solaza escribiendo a la perfección. A mediados de diciembre él olvidaba los temas deportivos y empezaba a publicar artículos que titulaba “Acuarelas costumbristas”, crónicas sobre su ciudad y su familia. Todos los días lo veía pasar frente a la Universidad Libre, camino al periódico, que aún queda a dos cuadras. 

Ese orgullo del citado columnista barranquillero por la escritura perfecta me gustaba, y con los bolsillos “famélicos” salí a buscar libros de ortografía para devorar. En los “agáchate” del Paseo Bolívar hallé algunos que fueron una gran ayuda para complementar lo que sabía, especialmente uno, escrito por un español, que tiene la siguiente inscripción de mi puño y letra: “Barranquilla. Mayo de 1981”. Sus páginas están amarillentas y algo desactualizado por los cambios introducidos por la Real Academia Española.

¿Cuáles cambios? Varios, por ejemplo: en 2010 se eliminó oficialmente la “ch” y la “ll” y quedamos con 27 letras en el alfabeto. La palabra “solo” deja de llevar tilde, pero no se condenará a los que quieran seguirla usando. Esto me hace acordar del chistoso que dijo: “Señores de la RAE: no es lo mismo «estuve teniendo sexo sólo una hora» que «estuve teniendo sexo solo una hora»”. ¿Ven la diferencia? Otro ejempo: prefijos como “ex-” ahora va unido a la base: exjugador, expresidente; y se escribe separado si esta es pluriverbal: ex primera dama, ex primer ministro. Otro: ya no es quorum sino cuórum, aunque se permite cierta licencia; se suprime la tilde entre cifras (5 o 6), etc.     

En sus “Preliminares” el autor habla de la necesidad de la ortografía para toda  persona que pretenda pasar por culta, y agrega: “En nuestra ausencia, es lo por nosotros escrito lo que habla. Y la impresión que dejamos a los que nos leen, por aquello se mide y pesa”.

La ortografía, dice el autor, se aprende con constancia e inteligencia media, y da la siguiente clave: ver la palabra, leerla a media voz, escribirla, conocer su significado, es el mejor camino que aprenderse reglas. ¿Conocer su significado? Sí, claro. Recuerdo que alguna vez en medio de un debate parlamentario un senador liberal creyó ofender a Álvaro Gómez Hurtado diciéndole “conservador camandulero”. Gómez le contestó que el adjetivo que le endilga no significa lo que él cree que es, porque “el diccionario dice que camandulero significa «Hipócrita, astuto, embustero y bellaco», y yo no soy nada de eso”.

Para repasar hoy tendríamos que buscar la “Ortografía básica de la lengua española”, de la Real Academia Española.

Lunes, 11 de Diciembre de 2017
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