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Asesorar no es fácil
Entonces comprendí simultáneamente a Woody Allen y a Ed Murphy.
Jueves, 26 de Octubre de 2017

“Mi forma de Bromear es decir la verdad. Es la Broma más divertida”. Woody Allen.

El otro día, luego de concluir una audiencia inicial en el Tribunal Administrativo, invité a un ceremonioso empleado del Ministerio de Hacienda del nivel central, para que conversáramos informalmente sobre temas gruesos de la más importante empresa de Cúcuta, que le da servicios a 170.000 usuarios y me espetó una respuesta que me hizo comprender, por qué todo lo que interviene el nivel central se agrava. Sí, como en las ocho leyes de Edward Aloysius Murphy el ingeniero aeroespacial: la primera “Si algo puede salir mal, saldrá mal” y la segunda “la tostada siempre cae en el lado de la mantequilla”. ¡Con usted no se puede hablar!, me dijo, por todo se pone bravo.

Entonces comprendí simultáneamente a Woody Allen y a Ed Murphy. Me agrada decir la verdad aunque se disgusten los asesorados y entendí las absurdas medidas del ilegal convenio de desempeño del Ministerio de Hacienda, su ineficaz presencia de once años en 

la empresa, avalando errores e irregularidades que saldrán mal. 

Ser asesor, es difícil, pero hay que cumplir con los deberes profesionales y cumplir con las normas elementales de la lealtad. La mejor y la única manera de ser leales y cuidar la espalda de la gerencia pública es decir la verdad. Esto no se puede hacer, o recomendar el camino que haga viable el deseo del gerente público. Nunca mentir ni disfrazar la verdad por conservar el contrato de asesoría, pues a la larga la mentira se lleva de contera a los dos. 

Hay dos articulitos, como decía el inefable doctor Fabio Echeverry Correa, en la Ley 80 de 1993 que siempre me gusta incluir en mis conceptos: soy responsable, civil, penal, fiscal y disciplinariamente por este que estoy rindiendo y otro de la Ley 190 de 1995. 

Y es que el papel de un asesor es el de la expresión más refinada de la lealtad y de la solidaridad con el asesorado, pues implica una selección de confianza infinita. En ese grado de consejería queda incita la libertad, el patrimonio, la tranquilidad que es un derecho de todo ciudadano colombiano. Y a veces la vida misma, el futuro político de una persona, su prestigio si lo tiene, su credibilidad. 

Pero se dan absurdos en las asesorías, que en lugar de llevar a prescindir de la misma, sus errores garrafales los catapultan a la gerencia pública. Conocí alguno que recomendó a un alcalde municipal agotar realizar unos gastos relativamente grandes    del presupuesto de un municipio miserable y luego aprobamos el acuerdo municipal, con una teoría novedosa. U otro que asesoró a un secretario de despacho departamental e innovó en materia de interventorías de contratación estatal, con la teoría de que con la sola aceptación de la propuesta ya hay contrato. Y muchas otras innovaciones, como la de que los elementos esenciales de un contrato estatal se pueden modificar con un simple otro sí, como la variante Ocaña – Gamarra. 

No estarían nuestros exgobernadores en tantas afujías, si hubiesen sido bien asesorados. O tantos exgobernadores encargados o delegados en funciones en capilla ante la Fiscalía que podrían desmantelar nuestra dirigencia política. Asesorar es decir la verdad y resulta divertido.

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