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¡Bienvenida la decimoquinta estrella de Millos!
Los abrazos y la euforia expresaron la gran satisfacción de los seguidores del onceno albi celeste.
Miércoles, 20 de Diciembre de 2017

La inmensa celebración del título obtenido por el club capitalino Millonarios, el domingo pasado en la noche, demostró que la hinchada azul es probablemente la mayoritaria en esta ciudad y la región.

La calle once, fue el escenario apropiado para un desfile multitudinario de carros y motocicletas, en los que sus conductores exhibieron las banderas del equipo embajador y gritaron con frenesí los estribillos propios del campeón del fútbol profesional colombiano, sin llegar a los excesos que provocaran accidentes o riñas con los adversarios.

Los abrazos y la euforia expresaron la gran satisfacción de los seguidores del onceno albi celeste, que entre otras  cosas, creció de manera considerable durante los años en que el crédito local Miguel Augusto ‘Nano’ Prince militó en el conjunto  bogotano.

Otra de las razones para el crecimiento de la fanaticada regional es la tradición o la herencia, lo que significa que la ‘torcida’ cuenta con integrantes de diversas edades, los  abuelos, padres, hijos y los nietos, es decir, cuatro generaciones, por lo menos.

En mi caso particular, me atrajo el palmarés del nuevo campeón, el que en la década del sesenta, del siglo pasado, era considerado uno de los mejores oncenos del fútbol mundial, por las repercusiones de los argentinos Di Stéfano y Pedernera.

Recuerdo las narraciones de Alberto Piedrahita Pacheco en RCN y la manera especial como cantaba los goles de Millos. De igual manera, a mi memoria llegan las imágenes y los textos publicados por las revistas Deporte Gráfico y Vea deportes.

En el barrio El Palomar, donde transcurrió mi adolescencia y parte de mi juventud, los amigos compartieron la afición por el color azul, aunque algunos se inclinaron por Santa Fe, el DIM o el Unión Magdalena.

Jairo ‘Mico’ Rueda era el más fanático de todos, pero muy indeciso, a veces por Millos y en otras por los cardenales, pero lo cierto de todo, era el que coleccionaba las revistas deportivas y que las compartía dependiendo de los resultados de los partidos.

Él era hijo de un expendedor de carne, con alguna facilidad económica, en los equipos que armábamos, siempre oficiaba de arquero, con cierta capacidad. En otros términos, por ser el dueño del balón, había que alinearlo.

Años después, desarrolló sus aptitudes atléticas y se convirtió en un gran mediocampista, hasta el punto que se codeaba con el `Nano¨ y el  grupo selecto de futbolistas criollos, que perfectamente pudieron llegar al fútbol  profesional colombiano, pero que la indisciplina no lo permitió.

En el otoño de mi vida, conservo la afición por Millos, lejos del radicalismo, pero todavía sufriendo o gozando con los partidos que disputa, sobre todo los de las fases finales, los que nunca veo por televisión, igual que los de la Selección, para evitar el `embalaje` del corazón, de manera que prefiero enterarme de los resultados, como aconteció el domingo 17 de diciembre, cuando mi hijo menor, Nahún Alejandro, me llamó desde Bogotá, llorando de alegría por la estrella 15 que acababa de conquistar nuestro equipo.

En vísperas de navidad, era mejor escribir sobre este tema y no empañar los sentimientos y añoranzas propios de esta temporada, refiriéndome a la caótica situación de orden público y de movilidad que soporta nuestra amada Ocaña.   

Mejor exclamo: ¡Bienvenida la decimoquinta estrella de Millos!, ¡feliz Navidad y próspero 2018!

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