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Bondad matinal
Si todo está en reposo matinal, la visión del espíritu se agranda, se concentra en un punto taciturno e indefinido.
Domingo, 25 de Febrero de 2018

La transparencia de la vida se refleja en la luz que, en el amanecer, comienza a despejar el camino de la penumbra, se mete en el día e invade el viento. 

Algo así como un paseo matutino de la esperanza que se repite en cada aurora, define la historia personal y enmarca los signos vitales del destino.

Si todo está en reposo matinal, la visión del espíritu se agranda, se concentra en un punto taciturno e indefinido, tan cercano como lejano, que lo espera a uno en el recuerdo, o en el rumor de la nostalgia que se hace secreta en el alma y se guarda solita en sus reconditeces, como un legado de quimeras bonitas.

Si uno la deja, la metáfora emerge en el corazón, en los sueños, lo deja ver las flores caminar por las sombras, aspirar el aroma de huertos imaginarios, sentir la brisa en las hojas cuando susurran bajo la gota de agua que las riega, o acordarse de la cita secreta con el horizonte: dar a las emociones una luminosidad vibrante y un desenlace de luna o de sol, depende de cada quien.

El amanecer es único, distinto a todas las horas, posee sensación de ascenso, inspira, sublima, crece con la alianza que se da entre lo posible, lo incierto y lo esperado.

Entonces el alma medita y se torna hermosa, se adorna de las mismas coronas que traen lo pájaros desde el infinito, le pone cerco a la tristeza para que se quede quieta y se distraiga más bien en el jardín, se siembre de pétalos y aloje los colibríes y mariposas que la vuelven dulce y comprensible.

Es la convocatoria íntima a resolver los misterios, a percibir en las nubes que aparecen el sublime beneficio de aquella vida que se prende de la visión sencilla y natural, en consonancia con las bondades del universo.

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