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Campaña vergonzosa

No parece un certamen democrático, en que se discute  con razones, sino una disputa callejera en que predominan el improperio, el insulto y la vulgaridad.

En reciente escrito decíamos, respecto a la manera como se está adelantando la campaña política con miras a las elecciones de miembros del Congreso y de Presidente y Vicepresidente de la República, que, en los días que corren, su nivel y su respetabilidad han caído demasiado bajo.

En efecto, la campaña en curso no parece un certamen democrático, en que se discute  con razones, sino una disputa callejera en que predominan el improperio, el insulto y la vulgaridad. Con excepciones, claro está, es una campaña sin la nobleza que obliga.

Colombia debe recobrar la dignidad de la política y volver a la esencia de la democracia. “El pueblo -decíamos- debe encontrar opciones válidas, entre ciudadanos meritorios y con ideas, que obren con sindéresis y con mutuo respeto, sin perjuicio de las diferencias ideológicas o políticas” .

Es muy grave que, pese a los llamados de los sectores verdaderamente democráticos y de muchos académicos y líderes de opinión,  lejos de haberse consolidado una campaña algo más respetuosa de los rivales políticos, hayan aumentado las varias formas de intolerancia e inclusive de violencia ante la presentación pública de muchos aspirantes. 

Es verdaderamente lamentable que, por cuenta de una peligrosa e insoportable polarización –que resulta irracional y baja- nos encontremos ante un debate vergonzoso. 

De la sana, pacífica y leal controversia, que sería lo propio de una democracia madura, hemos pasado a una creciente guerra de diatribas que - lo decimos según lo escuchado de ciudadanos del común- ya pasó “de castaño a oscuro” y podría conducir al desánimo, el rechazo al político y la abstención, y ésta no conviene a nuestro sistema libertario y democrático. 

Toda campaña política, por su esencia, tendría que consistir, no en la compra de votos ni en el mayor daño a otras campañas, sino en la conquista de los electores por la vía limpia, clara y honesta del debate razonado, así como en la  búsqueda de una adecuada y útil representación del pueblo. 

Requiere contacto entre los candidatos y la ciudadanía, para mirar con ella, de modo diligente, los problemas que afectan a la comunidad y la manera en que se los podría enfrentar con éxito desde los cargos a cuyo ejercicio se aspira. 

Así los votantes, debidamente ilustrados e informados sobre las alternativas, seleccionarán libremente a quien los convenza.

En un esquema democrático, entonces, los candidatos habrían de concentrarse en su capacidad de servicio -que eso quieren ser, al menos en teoría-, y por tanto, tendrían que divulgar su pensamiento y sus conceptos acerca de lo que más interesa a la colectividad, en materia política, jurídica, económica, social, ecológica; en el campo de la seguridad y en de la justicia; en el camino de la eliminación de la desigualdad que nos afecta, o en cuanto al ancestral abandono de muchas regiones. Y, en consecuencia, dirán al público  lo que quieren hacer y lo que podrán hacer desde sus transitorias posiciones, si las consiguen merced al logro de la mayoría en las elecciones.

Y los asesores, más que idear formas rastreras de ataque, para sabotear los eventos políticos de los contrincantes, tendrían que estar estudiando la viabilidad, posibilidades y características de los programas y propuestas de sus jefes.

Pensemos en lo que significa la democracia y entenderemos que ella es imposible sin respeto, tolerancia y juego limpio. (Colprensa)

Sábado, 3 de Marzo de 2018
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