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Canción
Son coros de cantatas solemnes, rumores de ríos, cauces de lluvia que surcan entre las ventanas que deja abiertas el viento.
Domingo, 5 de Noviembre de 2017

Los coros de la naturaleza poseen una fascinante voz de silencio al comienzo, y van creciendo con el sonido de los pájaros, el desperezo de las matas y la sombra deslizante que huye con la luna a refugiarse hasta la pronta noche.

Son coros de cantatas solemnes, rumores de ríos, cauces de lluvia que surcan entre las ventanas que deja abiertas el viento, mientras las estrellas se van a guardar sus luces a la vera del camino universal.

Los he aprendido a reconocer en ilustres madrugadas: salen de la música, de las páginas de los libros, de la sonrisa ingenua de la alborada y, lo aseguro, de la inspiración que únicamente ocurre ante lo natural. Son fieles a la quietud, ajenos a la turbulencia que ofusca el pensamiento, transparentes y blancos en su amoroso despliegue de luz y murmullos majestuosos.

Y propician una alerta mágica que hace más diligentes los sentidos, para fluir en medio de las bondades que transforman el aire y lo vuelven aroma, de los sueños que despiertan para cultivar la intuición en el alma: es que vienen de vuelta de la fantasía y se van a sembrar en los ojos, antes de que se cansen, cuando termine la jornada de conticinio (punto de quiebre entre la oscuridad y la luz de una mañana).

Las ilusiones decoran el escenario, con el pan esperando, el café ascendiendo en humorosa nostalgia y una extraña primavera que se siente, y se escucha, en el arrullo que se torna maravilloso.

¡Qué mundo tan bonito puede construir uno cuando la sedación de un amanecer ocurre y las señales de la vida se anuncian con esplendor! Casi estalla en su alegría y nace y dura sólo un amanecer.

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