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Carta a la mamá del árbitro

Ni se les ocurra venir algún día a Colombia, porque a piedra hasta los podemos agarrar.

Mi muy mentada señora:

Ante todo, permítame presentarle excusas por los millones de veces que usted ha estado en boca de los colombianos y de muchos otros amigos de diversas nacionalidades, que ayer se vieron el partido entre Inglaterra y nuestra Selección colombiana. Y ha estado en tantas bocas no precisamente para hablar bien de usted. Lo han hecho (lo hicimos) y muchos lo seguirán haciendo, cada vez que recuerden la saña con que pitó ese hijuetantas (perdón) en contra nuestra.

Bien sé que usted no tiene la culpa de lo que hace su hijo y que  no tiene por qué pagar las poposeadas (no sé cómo se dirá en inglés la palabra poposeada, pero usted entiende, ¿cierto?) que viene haciendo ese tipo que es sangre de su sangre y fruto de sus esfuerzos.

Seguramente cuando su hijo Mark estaba pequeño, usted se hizo muchas ilusiones sobre su futuro y hasta llegó a pensar que le daría  muchas satisfacciones en la vida. Mire usted con lo que salió ese hij…(de nuevo perdón, pero es que la palabreja se me escapa sin querer queriendo), de quien usted tanto esperaba, y ahora sólo le da mal nombre y que todo el mundo, a excepción de los ingleses, la esté sacando a bailar.

Pero déjeme preguntarle una cosa, mi apreciada señora: ¿Nació Mark por cesárea o por parto normal? Lo digo porque en las tribunas le gritaban mal…nacido, o sea nacido mal, tal vez sacó primero las patas, señal de que las iba a seguir metiendo durante toda su vida; tal vez sufrió alguna lesión cerebral y no sabe lo que hace; tal vez no le examinaron los ojos al nacer y nació viendo al revés (las faltas del uno se las pita al otro); o tal vez lo hace de mala fe, y entonces sí que es un mal…nacido.

Dicen los sicólogos y los educadores que el hombre actúa en la vida (en este caso en la cancha), según haya sido la formación que haya recibido en su hogar durante los primeros años de vida. Señora, yo no quiero pensar que usted le enseñó a pitar mal, o a velársela a los más pequeños, o a quedar bien con los poderosos. Pero si los que saben lo dicen, por algo será. En ese caso, usted tendría mucho que ver en la forma como su hijo dirigió el partido, y si así son las cosas, hasta razón tendrán los millones de gargantas en gritar lo que gritaron.

Finalmente, otra consideración: Aquí en Colombia se institucionalizó en la justicia, en la política, en la contratación, una figura que se emplea para obtener determinados resultados, la mermelada, con la cual se engrudan los que la reciben pues los que la dan ya están engrudados. Yo me pregunto: ¿Será que la costumbre del mermeleo llegó hasta el fútbol? ¿Será que su hijo se dejó engrudar?

Algunos dicen, refiriéndose a su malhadado hijo: “Gringo tenía que ser”. Eso no es cierto. Conozco muchos gringos o hijos de gringos, que son buena gente, excelentes personas en todo el sentido de la palabra. Para no ir muy lejos, aquí en la Academia de Historia tenemos a un hijo de gringos, de lo mejor que existe en la Academia: estudioso, generoso, poseedor de una vasta cultura, solidario y buen amigo. Habla enredado, pero no se enreda para hacer el bien.

Perdone usted la molestia que le haya podido haber causado, pero esta patria está molesta con su hijo (digo molesta por no decir una palabrota). Un consejo: Ni se les ocurra venir algún día a Colombia, porque a piedra hasta los podemos agarrar. Y échele un madrazo a su hijo por hacerla quedar como un chocato. Y que se retire de esa profesión porque el pito le quedó grande.  

Hasta el próximo Mundial, en Katar, donde esperamos no encontrarnos con el mal…nacido de su hijo.

 

Jueves, 5 de Julio de 2018
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