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Centenario de Antonio Curcio Altamar

Curcio Altamar había estudiado bachillerato en los seminarios de Ocaña y Pamplona.

Recuerdo haber leído hace varios años, en el suplemento Intermedio, del Diario del Caribe, un artículo del periodista Alfonso Fuenmayor donde un amigo le solicitaba que le recomendara un buen libro sobre Historia de la literatura colombiana. 

Luego de un breve “discurso” introductorio Fuenmayor menciona varios, entre otros, los de Antonio Gómez Restrepo, Rafael Maya, Gustavo Otero Muñoz, el del padre jesuita José Ortega Torres y el de José María Vergara y Vergara, que en realidad en nuestro medio es el más consultado y fue el que Fuenmayor escogió para recomendarle al amigo, haciéndole la observación que sólo le dará una “visión fragmentaria”. 

En realidad, Fuenmayor descalifica todos esos manuales porque “adolecen de más defectos que virtudes”.

Sin embargo, es inexplicable la actitud de Fuenmayor al desconocer olímpicamente a un paisano suyo -paisano de la costa, desde luego, natural de Tenerife, Magdalena-, Antonio Curcio Altamar, quien en sus treinta y tres años de vida logró confeccionar una historia de la literatura que denominó Evolución de la novela en Colombia, que por estos días la comunidad académica de la región Caribe - especialmente los de su comarca magdalenense- recuerda orgullosamente con ocasión del centenario del natalicio de su autor, el próximo 27 de junio de 2020. 

Curcio Altamar había estudiado bachillerato en los seminarios de Ocaña y Pamplona.

Allá mismo, en la costa caribe de Colombia, se admira a García Márquez, pero tienen la valentía de “cantarle” la verdad a sus ídolos, por parte de escritores y docentes de literatura con sólida formación que no beatifican a nadie, así sea premio Nobel de Literatura y paisano.

García Márquez escribió en 1962 que como Antonio Curcio Altamar clasificó 800 novelas aparecidas entre 1670 y 1953, año de su muerte, y de las cuales hablaba con propiedad, entonces era “el más honrado contabilista de la novela colombiana”. El profesor Ariel Castillo Mier, al comentar el análisis que hizo Gabo de la obra de Curcio Altamar no tuvo agua en la boca para decirle la verdad, cuando manifiesta que “García Márquez, con esa antropofagia que algunas veces lo caracterizó, (…), pretendió volver mierda todo lo que no hubiera nacido de él o de su grupo de amigos”, y, además, “Gabo utilizó ese epíteto indecoroso contra una persona que no podía defenderse, pero ahí están su vida honesta y su obra para hacerlo por él”.

No es extraño lo que dice Castillo Mier si lo relacionamos con lo dicho por Alfonso Fuenmayor en la parte final del artículo citado, porque Fuenmayor descalifica todos los Manuales de historia de la literatura existentes, pero termina diciendo que el único que realmente puede escribir una Historia de la literatura colombiana es German Vargas Cantillo, su amigo, “de su grupo de amigos”, como dice Castillo Mier. Ambos fueron del Grupo de Barranquilla y aparecen como integrantes de los “cuatro discutidores” de Cien años de soledad. Pero Vargas Cantillo tampoco lo hizo, a pesar de los insistentes llamados del otro “discutidor”: Fuenmayor.

Lunes, 15 de Junio de 2020
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