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Ciudad de banderas rojas, que reflejan el sonido del hambre

Cúcuta por ejemplo, debería designar un gerente o responsable por comuna y corregimiento.

Aferrados a la vida centenares de hombres y mujeres permanecen aislados en las casas cumpliendo con las medidas del gobierno en aras de no agravar la difícil situación de salubridad pública que vivimos hoy. En principio quedarse en casa es una obligación que debería ser fácil sobrellevar, pues al fin y al cabo estamos junto a nuestros seres queridos. Sin embargo, pasan los días y los temas se complican, el hambre empieza a hacer estragos no sólo en la salud sino en la mente de las personas, como dan cuenta el aumento de casos de agresión denunciados por violencia intrafamiliar. 

Esta es una crisis humanitaria sin precedentes que deja al descubierto las dos colombias, no la de ricos y pobres que ya conocemos, ni la de la desigualdad social cuya brecha cada día se acrecienta. Las dos colombias que quedan al descubierto son: la ficticia creada en las bases de datos del gobierno y la real que la supera con creces. Si confrontamos las verdaderas cifras de pobreza con los sisbenizados, descubriremos la Colombia oculta, la que no está en ninguna base de datos. 

Cuando se piensa en un censo para ayudar a los más necesitados, lo primero que se exhiben son las bases de datos, las cuales incorporan a las personas que tradicionalmente reciben ayuda del gobierno. Pero qué pasa con las miles de personas que no están en esas bases de datos, que no tiene acceso a internet y que literalmente no existen para el gobierno. Allí es donde el drama humano comienza con una súplica no escuchada, pues no hay otra forma de saberlo si no es a través del grito desesperado de ayuda.

Esta crisis requiere de grandes acciones, pues no podemos dejar morir de hambre a nuestros compatriotas. Cada municipio debería mapear su territorio y designar un gerente o líder por sector para atender la crisis. Cúcuta por ejemplo, debería designar un gerente o responsable por comuna y corregimiento. No se trata de más burocracia, se trata de delegar la responsabilidad en un alto funcionario para que recorra barrio a barrio la comuna, o vereda a vereda el corregimiento con su respectivo equipo de apoyo, pues dedicar todos los organismos a atender el mismo sector, deja en espera cantidades de familias mientras tratan de cubrir una zona, y el hambre no da espera.

Muchas personas están aferrando su esperanza a una bandera roja colocada en un lugar visible, esperando que sea vista por alguien para recibir ayuda. Creo que debemos lograr retirar con la mayor celeridad posible estas banderas con la ayuda humanitaria requerida. Es hora de unir esfuerzos y existen muchas organizaciones que además de la Policía, el Ejército, la Defensa Civil y demás organismos del Estado que pueden apoyar; las confesiones religiosas, los docentes y Ong´s pueden acompañar voluntariamente la entrega puerta a puerta de estas ayudas, lideradas por cada responsable de comuna o corregimiento.

Necesitamos trabajar en equipo para afrontar esta crisis y de manera decidida erradicar el paisaje actual de una ciudad de banderas rojas, que reflejan el sonido del hambre.

Sábado, 25 de Abril de 2020
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