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Colono de sueños
Para María Angélica, Mecenas de mis libros de mares.
Domingo, 14 de Junio de 2020

La ventaja de ser -a la vez- buen pobre y lector voraz, adhirió a mi alma una opción alterna para abrir las puertas a la fantasía y me permitió sembrarla en las alas de mis nostalgias.  

Así, he podido generar el imaginario de que un día surcaría El Mediterráneo con el tiempo a proa, para escuchar el eco de las historias fecundas que he leído, de la mano de Homero y Virgilio, genitores de mi ilusión. 

De tanto estudiarlo, el Mare Nostrum me ha concedido presentirlo, en las orillas, las islas y los recodos, donde se apertrecharon mis héroes para emprender cada epopeya, contar sus aventuras al viento Eolo, soñar con sus amores, como yo con los míos (Andrómaca y Dido), o esperar la señal divina para navegar.

Me voy a comprar de mentiras una canoa bonita en Gibraltar, para cumplir mi anhelo de bordearlo en cabotaje porque, de ser tan antiguo, el sueño se me volvió viejo y se va a morir sin dejarlo fluir en mis quimeras. 

Un faro solitario me atrae desde Malta y probablemente me instale allí, por esa equidistancia sabia con las culturas ancestrales, porque encontraré contadores de leyendas turcos, musulmanes y griegos, caballeros andantes de la hidalga mesa de Arturo y caravaneros del desierto, para ratificar que el mundo que yo construí era de verdad y que la esperanza es suprema en bondad conmigo.

Me amarraré al mástil, como Ulises, para afianzar mi misión de ser libre en mi ruta enamorada de imposibles, izando velas ansiosas de caminos legendarios. 

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