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Color de miel
Quisiera conocer las razones del destino para haberme otorgado tantas satisfacciones, y agradecerlas.
Domingo, 29 de Septiembre de 2019

La caricia de los años buenos me mantiene, a pesar de los fantasmas y de los yerros, de las decepciones sociales, como si una brisa nutriente pasara por mi alma para borrar lo malo y sembrar flores, aprendiendo de los pájaros del cielo la ruta de aproximación a ese final del arco iris que me subyuga. 

Quisiera conocer las razones del destino para haberme otorgado tantas satisfacciones, y agradecerlas -porque no las merecía-, con esa inmensa bendición que me ha dado al permitirme obedecer sus designios, acatar sus señales y, lo mejor, haberme salvado del éxito (poder y dinero). 

Ha sido como ascender cada mañana con una misión de lentitud, tan grata para mí, asirme a la muestra de luz que se hace de brazo con la vida y pasear por aquellas grutas maravillosas en las que se depositan los recuerdos, incluso sin haberlos vivido aún.

Lo único que me da pesar es no haber dado mayor amplitud a mis alas temerosas, para dar aquellos saltos que me sugería -el destino-. Pero, no importa, fue suficiente aprender a andar por el sendero y contentarme con pensar, y convivir con la voz fresca del estudio, en un manantial radiante de filosofía.

En alguna curva, en el recodo del camino, la nostalgia abonará de esperanza el porvenir, el aroma del viento me aclarará las razones de esa bondad y me dejará continuar con lo que he soñado hace tantos años, desde mi soledad y mi silencio: estar en un pueblo quieto, chiquito, lejano, constante en frío y cadencioso en sombras, con color de miel y música de mariposas.

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