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¿Cómo no encontrarse con el conocimiento?
Los espacios y los tiempos se transforman y generan una consciencia de que es imprescindible salir de la cadena de la conformidad.
Domingo, 9 de Febrero de 2020

El conocimiento es la virtud suprema del ser humano: lo primero que nos enseña es a convencernos de nuestra fragilidad para, después, asomarnos a la sabiduría, a cultivar el amor propio.

Se deposita generoso en el pensamiento de quien lo acoge para tejer, e intuir, dimensiones maravillosas, esas que pueden expandir sus límites hasta el infinito, a las fuentes de los imaginarios, a ese halo misterioso que ronda la vida con arandelas de sueños.

Los espacios y los tiempos se transforman y generan una consciencia de que es imprescindible salir de la cadena de la conformidad, para dar prioridad al destino, en una sugerencia constante de que la libertad es sólo de sabios.

Allí una persona, afianzada a su humanidad, pero con el poder y la facultad de sublimarse, opta por la motivación íntima de conocer, de sentirse derrotado y a la vez ganador, de abrir las expectativas y los nuevos afanes a los retos de una evolución eximida de la mediocridad.

Esa analogía que uno descubre cuando se pone a tono con la naturaleza y los moldes universales, lo hace trascender hacia la búsqueda de la verdad, para apertrecharse de su identidad.

El premio es ascender por el destello de las ilusiones, cuyas escalas son las ideas nutridas de corazón, las que atraen los vastos caminos del horizonte, que salvan, porque se alojan en el alma y la habitan: ¿cómo no encontrarse con el conocimiento para dignificar la existencia? 

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