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Crónicas sueltas cucuteñas 4

Siempre me ha gustado leer sobre la historia de la educación en Colombia.

Hace algunos años, en una de las primeras Fiestas del Libro, en Cúcuta, tropecé de manos a boca con unos libros del profesor Carlos Eduardo Orduz, mi vecino de barrio, donde, por el título, sabía que encontraría datos interesantes que me ayudarían a conocer la ciudad que yo ignoraba, la misma ayuda que recibí de tantas enciclopedias publicadas por La Opinión sobre la ciudad y el departamento.
 
Me imagino que es enorme el esfuerzo intelectual y económico que hace el docente Carlos Eduardo Orduz  para publicar estos libros, pues basta con detallarlo y sorprenderse que no hay publicidad de ninguna naturaleza, lo cual confirma el aserto. Es, lo que podría llamarse, obra de romanos.
 
Por ello, cada vez que me obsequia sus libros le estoy agradecido, muy agradecido, y reprimo los deseos de leerlo de un tirón y procuro tomarme el tiempo necesario para leerlos y digerirlos, porque sé, con certeza, que esas crónicas cucuteñas, “sueltas” como las llama él, cuya única ilación es que tienen la virtud de reafirmar la identidad del solar nutricio, hay que degustarlas.
 
En estas crónicas Orduz nos habla de tiempos idos, lo que fue y lo que ha subsistido en Cúcuta desde la gastronomía, empresas y empresarios, arquitectura incipiente, inmigración sirio-libanesa y de otras nacionalidades como los italianos, españoles y alemanes cuyas colonias se dedicaron al comercio.

Aquí puedo hacer un contraste con las mismas colonias que conocí en Barranquilla, donde no solamente se dedicaron al comercio y la política, donde les fue muy bien, sino que cada una de ellas, como la alemana, por ejemplo, fundó su respectivo club social y colegio, que hoy subsisten, donde cada una enseña su idioma, idiosincrasia, cultura y hacen intercambios de estudiantes con sus respectivos países y convirtió a “Quilla”, como dicen los jóvenes ahora, en una ciudad cosmopolita.
 
Siempre me ha gustado leer sobre la historia de la educación en Colombia, y el último capítulo de este libro del profesor Orduz me proporciona un panorama nítido de lo que era la educación en Cúcuta a mediados del siglo XX, donde, según el autor, son tiempos irrepetibles que él añora por la calidad del plan de estudios y la consagración de los docentes. 
 
Entre muchas otras materias que Orduz seguramente estudió con interés y que pulió con los años, como gramática, redacción, composición y ortografía, le dieron la formación necesaria para hacer gala de sus veleidades filológicas y lucirse en la redacción de sus crónicas y adentrarse en la etimología de algunos vocablos que él quiere que entendamos plenamente. Felicitaciones al profesor Orduz y no desmaye en su idea de entregarle a Cúcuta sus remembranzas históricas.   

Lunes, 9 de Julio de 2018
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