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Cultura del derrumbe

No han entendido que el progreso comienza por el respeto a los derechos humanos.

Para Yesica Varón, que defiende tanto los asuntos supremos del arte.

No sé por qué hay funcionarios que creen que para progresar hay que destruir. Piensan algunos que el progreso se mide por la construcción de centros comerciales, puentes, vías, carreteras. No hay nada  que ponga en peligro el equilibrio de la naturaleza como el nombramiento de un funcionario.

Miren cómo quedan las selvas cuando pasa por allí un plan de gobierno; miren cómo quedan las finanzas de la ciudad cuando pasa por ahí un alcalde. ¿Ustedes conocieron los venados que inspiraron los versos de “hasta el sol de los venados? ¿Y los chigüiros? ¿Y las brisas del río Pamplonita? Ese soplo de viento fresco y húmedo que inundaba a la ciudad.

-Ya no queda nada. Esta ciudad se derrumba desde sus propios escombros.

No han entendido que el progreso comienza por el respeto a los derechos humanos y por el respaldo institucional a las políticas culturales.

Pero aquí no se respalda nada, salvo los negocios que benefician a los que tienen el poder, y  los negocios de los amigos de los que tienen el poder, y los negocios de las amantes de los amigos de los amigos de los que tienen el poder. Y el resto que se joda.

Esto sucede todos los días y en todas partes. Sucede aquí, allá, más allá. Está pasando en este momento. Mientras usted lee estas líneas, la alcaldesa de Chinácota, Nubia Romero, se prepara para demoler la Casa de la Cultura y levantar sobre sus escombros una nueva sede para la alcaldía.

La comunidad ha reaccionado, le han escrito cartas, le han dicho por todos los medios posibles que esa locura es inaceptable. Pero la alcaldesa no escucha a nadie: su arrogancia la tiene enceguecida y cree que puede manejar a Chinácota como a una finca.

Es una versión triste y lamentable de la Mamá Grande, de García Márquez: esa déspota exquisita que manejaba a su arbitrio los destinos de la nación y “dueña absoluta de la riqueza del subsuelo, las aguas territoriales y las libertades ciudadanas”.

Carlos Torres Muñoz, gestor cultural y miembro de la Academia de Historia, es uno de los más vehementes defensores de la Casa de la Cultura. Dice que lo de la alcaldesa “es un obra improvisada, sin estudios de factibilidad y condiciones físicas de ubicación, urbanismo, impacto ambiental y arquitectónico”. Es una decisión arbitraria la que toma la alcaldesa porque “no socializó con la comunidad ni con el sector cultural esta propuesta”.

La Casa de la Cultura de Chinácota es una hermosa casona esquinera de tapia pisada y tejado, cuya fachada colorida sintetiza el espíritu festivo de la región. Ha servido para exposiciones de pintura, recitales poéticos, conferencias, conciertos y reuniones académicas.

No tiene una sola grieta ni un solo rasguño, y de su jardín interior cercado con piedras indígenas,  brota un olor a flores frescas que remueve en silencio el tiempo estancado en los pasillos.  

La alcaldesa Nubia Romero quiere demoler la Casa de la Cultura sin importarle los llamados a la sensatez que la han hecho varios sectores de la comunidad: desde el ex alcalde Marco Tulio Márquez y el ingeniero Segundo González, hasta maestros de escuela, historiadores, estudiantes, artistas y gestores culturales como el respetado César Oswaldo Pinillos.

Se está organizando por facebook un gran movimiento para salvar la Casa de la Cultura de Chinácota. Yo, por mi parte, me atrevo a proponer una solución. Que derrumben la casa de la alcaldesa Nubia Romero y construyan allí la alcaldía. Es la única forma en que  la funcionaria entienda que el patrimonio cultural está por fuera de las consideraciones politiqueras, porque no se puede demoler por decreto lo que pertenece al ámbito del espíritu.

Viernes, 19 de Febrero de 2016
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