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De bicicletas, ciclas y ciclovías
Fue todo un prodigio ver aquel aparato andando por las calles empedradas.
Miércoles, 17 de Octubre de 2018

Es falso de toda falsedad decir que Dios creó la bicicleta. Y que la pelea de Caín y Abel se originó por el uso de aquella bicicleta divina, que Yaveh les había obsequiado para la primera Navidad. Una sola para los dos. Y que Abel, más vivaracho que Caín, todo el tiempo la pasaba montado, dando vueltas por el Paraíso, mientas a Caín le tocaba que coger la pala y la machetilla y coger para el campo a jalarle al rastrojo. 

Totalmente falso, entre otras razones porque para la primera Navidad, ya Adán y Eva y los dos muchachitos eran una familia de desplazados, a los que les había tocado salir pitando del Paraíso, por la c…embarradita, que todos conocemos.

Fue mucho después, pero muchísimo después, cuando un barón alemán, de nombre Karl Christian Sawerbronn, quien además era todo un varón, ideó el primer aparato de dos ruedas, que sirviera de medio de locomoción. Estamos hablando de 1817. Este barón se basó en unos juguetes que ya los ingleses habían inventado, pero sólo como juguetes.

A partir de ese año, la bicicleta pasó por diversos modelos, una rueda grandota y otra pequeñita, ruedas iguales, con pedales, sin pedales, con barra larga y barra corta, de uno y de dos puestos, en fin, ensayaron de todo, hasta que en 1953 llegó a Las Mercedes la bicicleta ya en su forma definitiva como hoy la conocemos.

La hazaña de llevar una bicicleta a mi pueblo, cuando no había carretera sino todo se transportaba a lomo de mula por caminos estrechos y desfiladeros peligrosos, la hizo el maestro de escuela ocañero, Juan Francisco Vila, quien habiendo sido nombrado maestro en el pueblo, desarmó la suya (la bicicleta), la echó en un bus de Peralonso, de Ocaña a Sardinata, y la montó, por piezas, de sobrecarga, sobre las mulas de arriería, de Sardinata a Las Mercedes.

Fue todo un prodigio ver aquel aparato andando por las calles empedradas, que sólo conocían el chocar de los cascos de las bestias y las embestidas del sol y de la lluvia. Pero Vila, como maestro en el pueblo, utilizó su “caballito de acero” (el término es de locutores) con fines pedagógicos. Los alumnos que se distinguieran por su rendimiento y su conducta durante la semana, tenían derecho los domingos, después de misa y de la izada de bandera, a que el maestro les diera una vuelta, en barra o en la parrilla, por la plaza, calles y callejuelas del poblado. El rendimiento escolar aumentó en un ciento por ciento, sin ferulazos, ni lapos, ni arrodilladas, ni tirones de orejas.

Recordé todo esto, el pasado lunes festivo, cuando en Cúcuta se celebró el Día de la Bicicleta, con ciclovías, trancones, desvíos y madrazos. La idea es buena, pero ojalá se incrementara el uso de la bici, no sólo para ciertos días, sino como un medio de transporte, como dicen que sucede en algunas ciudades de Europa.

Qué bueno fuera que la alcaldía ideara incentivos para quienes usen cicla en lugar de carro para movilizarse en la ciudad. Y ojalá las empresas subsidiaran a sus empleados para que adquieran su bicicleta, no para ir los domingos al Malecón, ni para lucirla el primer lunes festivo de octubre, como dice el decreto, sino para todos los días. Ganaríamos todos, ganaría la ciudad, ganaría el medio ambiente, aunque no sé qué digan los que  autorizan más cupos de taxis cada año. Valdría la pena intentar. Cúcuta, primera ciudad del país, sin carros y sin motos dentro de la urbe. Sólo bicicletas.

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