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Dos discursos
Mucho se ha hablado, principalmente, del discurso del presidente del Senado de la República, Ernesto Macías.
Martes, 14 de Agosto de 2018

Con ocasión de la posesión Iván Duque Márquez como presidente de la República el pasado martes siete de agosto, mucho se ha hablado, principalmente, del discurso del presidente del Senado de la República, Ernesto Macías Tovar, y vale la pena retomar el tema por varias razones.

En lo personal algunas cosas se han dicho del senador Macías y ante algunos cuestionamientos sobre títulos académicas fácilmente se puede colegir que su aclaración le corresponde a las respectivas autoridades; y sobre calidades para ser senador de la República, a lo que también le apuntan, no debemos olvidar la laxitud de la Carta de 1991 para adquirir esa condición, en contraste con la Carta de 1886 que en los requisitos para ser senador seguía la orientación de los romanos, en el sentido que la serenidad, la reflexión y la experiencia la tenían quienes hubieran ocupado altos cargos del Estado (presidente de la República, ministro, procurador magistrado, etc.). Eso se acabó en 1991 y debemos concluir que la Carta de 1991, el talento y la experiencia, que no debemos desconocer, tienen a Macías presidiendo la citada corporación.

Su discurso el día de la posesión del presidente Iván Duque, donde se refirió claramente al gobierno que expiraba, con cifras que podríamos tener por ciertas porque provienen del empalme fresco entre la administración saliente y la entrante, y donde no ofendió a nadie. No debemos perder de vista que una cosa es la percepción de las cosas desde Bogotá, donde nos quieren imponer todo, nos quieren negar el derecho a opinar y su interés es que repitamos lo que a ellos les parece bien o mal, y otra cosa es desde la provincia colombiana, donde queremos ser nosotros mismos y tener nuestro propio criterio.  

Ahora bien, el discurso del presidente Iván Duque fue claro en que “llega a la Presidencia una nueva generación (…) inspirada en la justicia social y la seguridad como el cimiento de nuestras libertades”. Fue un discurso sereno, firme, llamando al entendimiento y con anuncios que seguramente le darán muchos dolores de cabeza y preocupación a quienes queremos que le vaya bien, “porque yéndole bien a él, le va bien al país”, dice la sabiduría popular.

 Entre esos anuncios está el acto legislativo que limita a tres (3) periodos la elección de los miembros de las corporaciones públicas y la cadena perpetua. Respecto al primer tema me parece inconveniente ser tan radical porque se privaría al Congreso de excelentes elementos como en su momento lo fueron los senadores Víctor Renán Barco, Hugo Serrano Gómez, Álvaro Gómez Hurtado, Antonio Navarro Wolff, entre otros. Hoy, en otras circunstancias, también hay buenos congresistas que merecen permanecer más tiempo.

 Respecto a la cadena perpetua ya se han presentado varios proyectos que no han prosperado. Lo claro es que la política criminal como parte de la política general del Estado depende de la forma de Estado y modo de gobierno. Una cosa son los Estados totalitarios y su política criminal y otra los Estados democráticos con los derechos fundamentales como límite. 

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