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El crucero del horror
La votación del plebiscito será la decisión más trascendental que habrá tomado cualquier ciudadano colombiano.
Martes, 9 de Agosto de 2016

Sin duda alguna, ninguna, la votación del plebiscito será la decisión más trascendental que como demócrata habrá tomado cualquier ciudadano colombiano en toda su vida. En esas elecciones no está en juego la suerte política de un partido o de un candidato, la cual puede modificarse cada cuatro años.

Lo que está en juego no es más ni menos que el destino suyo y nuestro como pasajeros de un enorme barco llamado Colombia que se enfrenta a la definición drástica de cambiar su rumbo para solucionar el problema del acoso de un grupo de narcoterroristas. Es algo así como si un gigantesco crucero se acercara a un maltrecho grupo de piratas somalíes y les lanzara escaleras de abordaje para que suban a formar parte de la tripulación. Imaginen lo que pasaría.

Tal acercamiento nunca fue necesario porque ellos estaban muy debilitados luego de ocho años de persecución implacable. Además teníamos el “mejor ejército del mundo”, según nos decían, muy bien equipado y animado con una moral imbatible.

Pero había que hacer realidad el viejo sueño del hermano del presidente y por eso estamos hoy en una situación similar a la de los venezolanos hace 18 años ante la posibilidad de elegir presidente a Chávez. Pero ninguno de los horrores que hemos visto sucederle al vecino nos disuade de seguir el mismo camino, unos colombianos enchufados parecen querer experimentar en carne propia lo que es el socialismo del Siglo XXI. Algunos lo hacen porque aman el peligro; otros por cuidar su puesto o contrato actual, no tienen grandeza para mirar algo más allá de eso, o por castigar a Uribe por algún supuesto mal que les hizo dándole seguridad al país.

Con su voto por el SÍ en el plebiscito el capitán del crucero – que es un infiltrado de ellos - invitará a los piratas a subir a bordo. Llegarán entonces a los puestos de mando inicialmente asignados (curules en el Congreso) y con el apoyo del dinero que tienen, las armas de sus milicianos y, especialmente, de la mediocridad de muchos de sus colegas congresistas, comenzarán a aplicar prácticas fascistas de intimidación a quien no les respalde sus iniciativas legislativas sobre la propiedad, la educación, la tierra, etc.

La receta castrista se ve en propuestas que surgen como la del voto (obligatorio, suponemos) de los militares y policías. Tendremos pues hombres armados – FF. MM. y Farc - en nuestras competencias democráticas. La presencia de “verificadores” cubanos inicia con la misma sutileza con que se inició su invasión a Venezuela.

Nombran como jefe de debate a Gaviria, expresidente de ingrata recordación, y lo azuzan para que muerda con insultos a Uribe y lo obligue a casar pelea para luego captar los votos de los antiuribistas. Son perversos. Fabrican frases efectistas para su multimillonaria campaña publicitaria: “Es preferible cambiar balas por votos”, dicen unos; “Es preferible una paz imperfecta que una guerra perfecta”, dicen otros; “Es preferible para Colombia un mal arreglo que un buen pleito”, etcétera. etcétera. La propaganda oficial ha sido calculada con la asesoría cubana. Redujeron el umbral, tal como Chávez modificó los circuitos electorales para obtener mayorías acomodaticias, en fin, todo está arreglado.

Las próximas generaciones no nos perdonarán un error, nos jugamos el futuro de los hijos y los nietos. Mientras los pasajeros del crucero discuten sobre las intenciones de Uribe, los piratas somalíes ponen a punto sus lanchas y aceitan sus armas. Se acerca el asalto final.

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