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El doctor Coronel
Palabras pronunciadas en el sepelio del doctor Julio Coronel.
Viernes, 7 de Diciembre de 2018

En esta cálida mañana, como todas las mañanas cuando Julio Ernesto Coronel atendía a sus pacientes en el consultorio de la avenida Cero, nos congregamos sus familiares y amigos para darle el último adiós a su imponente personalidad, que se supo formar a través de una esforzada vida llena de sacrificios y de metas, que fue capaz de imponer para estar en condiciones de consolidar su proyecto de vida, al servicio de una de las mas nobles y exigentes profesiones como lo es la Medicina.

Las iluminaciones tempranas que su juventud tuvo, le indicaron con toda claridad que su sobresaliente capacidad intelectual tenía que estar al servicio de una causa grande, en donde además pudiera estar en condición de ayudar a los demás, como compromiso social insustituible.

Así fue como escogió la Medicina como profesión; así fue como obtuvo el mejor examen de admisión en la Universidad Nacional; así fue como se ganó la beca para estudiar medicina interna y cardiología, y  así fue como asumió el compromiso con su profesión, a la que amaba y le dedicaba todos los momentos de su existencia.

Aprendí a admirar su capacidad para estar todos los días, incluidos los festivos, a las cuatro de la mañana en frente de su mesa de trabajo, revisando los últimos artículos científicos que las revistas especializadas le ofrecían, en donde aprovechaba para reflexionar sobre todas las patologías que le correspondía atender.

Debido a esa dedicación y a esa capacidad de razonamiento, las academias y asociaciones científicas lo llamaron para incorporarlo a sus cuadros, y así fue como se convirtió en uno de los conferencistas mas apreciados, tal como en el día de ayer nos lo expresó el doctor Adolfo de Francisco Zea, quien llamó a transmitir el hondo pesar que sentía la Academia Nacional de Medicina por su deceso.

Cuando terminó sus estudios en México y los Estados Unidos, le fueron ofrecidas varias alternativas de trabajo en esos países, pero él sentía el férreo compromiso con su tierra y tomó la determinación de vincularse de manera definitiva a  Cúcuta, desde donde ejerció su ministerio y su apostolado, ofreciéndole de paso el numen fecundo de su genio.

Julio era un hombre un poco tímido; exageradamente prudente, medía minuciosamente las palabras que pronunciaba y su expresión reflejaba cabalmente su bagaje cultural y académico. Era capaz de expresar una amabilidad y respeto asombrosos a cualquier persona que se le acercara, lo que le significó el acatamiento y el reconocimiento permanente de las gentes de la región que encontraron en la personalidad de quien aprendieron a llamar como ‘el doctor Coronel’ a un ser lleno de merecimientos en el fondo de su atrayente personalidad.

En el campo familiar era afable, cariñoso y solidario; defendía celosamente su espacio hogareño con Marina su esposa, con Titina su hija, y posteriormente con la llegada de sus nietos Sofía Cristina y Julio Eduardo, colmó un espacio de inmenso afecto que le permitía un disfrute familiar lleno de alegrías y de profundas satisfacciones.

Esa figura menuda, de impecable vestir, de rostro afable, de mirada tierna y expectante, fue la que nos acostumbramos a admirar todos los que lo conocimos. El doctor Coronel fue una Institución para Cúcuta y Norte de Santander, y pienso sin lugar a equivocarme que él no ha muerto, pues su recuerdo nos asistirá siempre, nos continuará amparando, y su talento iluminará todas las generaciones por venir.

Buen viaje Julio. Usted se merece la dicha prometida de la eternidad, porque fue un hombre que cumplió con todas las expectativas y exigencias de su existencia. Las lagrimas que caen de nuestros rostros, no tienen otro significado que la inclinación reverente y grandiosa a todo lo que usted supo ser.

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