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El Eln: una fallida negociación que terminó en tragedia
 Terrorismo con réditos financieros al convertirlos en los principales secuestradores en el país.
Viernes, 25 de Enero de 2019

“El Eln le hizo la tarea a los uribistas: hizo trisas la paz” afirma lapidariamente Víctor Currea. Por su parte León Valencia no es menos contundente al respecto, “ninguno de los dos estaban cuidando la mesa, no había nada que cuidar, no había mesa, no había negociación”. Dos personas localizadas en las antípodas de los enemigos de la salida política del interminable conflicto armado colombiano, conocedoras en profundidad del Eln y del tejemaneje de las negociaciones.

La historia de búsqueda de negociación con el Eln es un largo rosario de frustraciones con un grupo combinación única de Che Guevara, Marx y Jesús como acertadamente lo define Currea, que le confiere una personalidad dogmática y mesiánica, de negociador intransigente y maximalista que, considerándose envuelto en el apoyo popular, busca imponer sus posiciones en la mesa. A diferencia de las Farc, no se definen como un ejército popular, sus efectivos son menos de la sexta parte de los que tuvieron las Farc, sino como una organización política, popular y revolucionaria, que privilegia la acción social y política por encima de la puramente militar, y que actúa como un núcleo de resistencia que protege las comunidades con las cuales convive. En su actividad militar privilegia las acciones puntuales de terrorismo contra personas y la infraestructura pública. Terrorismo con réditos financieros al convertirlos en los principales secuestradores en el país.

Lo anterior marca profundas diferencias con las Farc, que ignoró o subestimó el gobierno Santos al centrar en ellas la negociación, en detrimento de un ELN que no estaba dispuesto a que su negociación quedara reducida a un adendo de la negociación, la “de verdad”, con las Farc. Grave error que ahondó aún más la desconfianza estructural del Eln y la necesidad de hacerse respetar. Esa es la razón de fondo de lo afirmado por León Valencia. En segundo lugar el gobierno pareció olvidar que la fuerza del Eln no está en su capacidad militar, como sucedía con las Farc, sino en su vocación terrorista, como lo acaba de demostrar, por lo cual no era una guerrilla derrotada como pensaba, que se plegaría a lo que buenamente le ofrecieran. 

El nuevo gobierno partió de aceptar como un hecho consumado la negociación con las Farc, enfrentando con ello la crítica de su fracción radical, los furiuribistas, y buscó compensarlo siendo radical con el Eln; se lo facilitó el recibir una negociación fallida, por decir lo menos. Políticamente la intransigencia del Eln le cayó como anillo al dedo; solo necesitaba la ocasión para terminar con una negociación fallida en la que nunca creyó. Con el bombazo en la Escuela General Santander, la guerrilla se la brindó a Duque que la aprovechó con tanto ánimo que cometió un error político y diplomático de una torpeza increíble, desconocer que el estado colombiano, no el gobierno Santos, había firmado con los cinco países garantes del proceso de la negociación de paz en el país no solo con las Farc, un protocolo que establecía procedimientos y compromisos de los firmantes para el manejo de la situación en caso de romperse las negociaciones. Al respecto y con toda la razón, el gobierno noruego fue claro con el colombia
no al precisarle que “como facilitador y garante consecuente, Noruega debe cumplir con sus compromisos”.

El gobierno está en su derecho de dar por terminadas las negociaciones pero no de pasarse por la faja, acuerdos y compromisos que el Estado hizo con cinco estados amigos del proceso y solidarios con Colombia. Imprudencia innecesaria fruto de la torpeza o de la inocencia de pensar que los negociadores guerrilleros saldrían de la sala de negociación directamente a la cárcel; o tal vez lo veía como otro gesto de “dureza” suyo para calmar las críticas del uribismo inconforme.

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