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El fin de la cuarentena
Ante la guerra contra la pandemia del Covid-19, hemos visto como ha actuado el estado colombiano.
Domingo, 12 de Abril de 2020

Quienes vieron la película “El momento más oscuro”, que recrea el ascenso de Churchill al poder después del desastroso apaciguador y premio Nobel de paz, Neville Chamberlain, cuya política de “paz” sólo logró que Hitler se fortaleciera hasta amenazar la existencia del imperio británico que Chamberlain juró defender, hay escenográficamente dos momentos que impactan visualmente: el primero, antes de la guerra con un Londres mostrando su belleza detrás del gris de su cielo, y el otro, cuando empezó la guerra, donde se empiezan a ver controles militares en las vías, sacos de arena en los edificios, apagones nocturnos para evitar facilitar la acción de los bombardeos y tarjetas de racionamiento, construcción de búnqueres subterráneos y adaptación de las estaciones metro. Todo en cuestión de días, para poder sacar la gente a la calle, pero con las medidas necesarias para controlar las pérdidas de vidas humanas, porque no sabían cuánto duraría la guerra. El estado actuó rápido para una situación de riesgo sin fecha estimada de finalización: entró en economía de guerra.

Ante la guerra contra la pandemia del Covid-19, hemos visto como ha actuado el estado colombiano: en el Congreso, se sigue discutiendo si se pueden hacer reuniones virtuales, acudiendo al inciso y al parágrafo, en un espectáculo bizantino que la oposición quiere aprovechar para frenar el gobierno y la bancada de gobierno no sabe qué hacer. Seguimos con juegos mamertos mientras la pandemia avanza y la economía se desploma. El Invima retrasa el ingreso de artículos médicos vitales, apoyándose también en resoluciones y directivas, y en consecuencia actúa el resto del estado. Las Cortes desde su torre “progresista” dona un día de sueldo, y manda a investigar qué pasó en las cárceles, que solo son el reflejo de su actuar. No se ha pronunciado sobre medidas para superar el difícil momento, y solo quiere saber cómo están los excombatientes, luchadores del pueblo de las farc. Y el ejecutivo actuando reactivamente, no proactivamente. Si un estado así hubiera existido en la Gran Bretaña de 1941, en esas islas solo se hablaba alemán.

En concreto, el Estado no está metido en la solución para la pandemia y eso obliga a organizarnos socialmente para superar esta guerra que no sabemos cuánto va a durar. Es bueno recordar eso en las futuras elecciones. Hay que obligar al estado, a que tome las medidas necesarias para una guerra de largo plazo, que no la vamos a pasar solo escondiéndonos. Para poder salir a la calle, que habrá que salir, hay que adecuar las ciudades. En un estado de guerra como el que vivimos, las fuerzas militares regulares van a la calle, dejando en los grupos especiales el control de crimen organizado. Para salir a la calle debemos entrar en economía de guerra, mientras se supera la emergencia. Y nuestra economía de guerra debe enfocarse en el sector salud; todo tipo de industrias que puedan reconvertir rápidamente su capacidad instalada a la producción de elementos médicos. Toda esta industria no pagará impuestos al menos hasta el control definitivo de esta pandemia, pero deberá seguir actuando con condiciones especiales una vez se supere. Todas las importaciones con estos fines serán prioritarias y no tendrán aranceles o impuestos. Se debe hacer una real alianza universidad-empresa para investigaciones en todos estos campos, e incluyendo la posibilidad de producir vacunas en Colombia, creando un centro sin influencia política que se dedique al trabajo de biotecnología avanzada. Esto debió hacerse hace rato. Necesitamos ser autosuficientes cuando el mundo se cierra. La industria contra el Covid 19, será el impulsor para arrancar la economía.

Porque para salir a la calle, y habrá que hacerlo, tiene que ser con un nueva “escenografía” de ciudad. Con retenes policiacos y militares, que acompañan personal de salud que toman temperatura y kits de descarte rápido del coronavirus, así como toma de muestras en oficinas, obras de construcción y similares, y al mismo tiempo levantar de registro de los que pueden trabajar por haber salido ya de la enfermedad, los que no presenten síntomas, que cada cierto tiempo deberán ser revisados, y los que deben regresar a cuarentena. No es salir a jugar ruleta rusa, jugando a quien se salva, o quedar todos encerrados esperando que se colapse la economía, y con ella, el tejido social. La organización social es indispensable, cuando el estado es el problema.

Una cosa es quedarse quieto, y otra distinta, no hacer nada. Nos aislamos para prepararnos, no solo para esperar.

Eso del “aislamiento inteligente” no es más que una “astuta jugada económica” buscando justificar levantar la cuarentena. En el mismo sentido del poder equilibrante natural del mercado o de la racionalidad del inversionista, el “aislamiento inteligente” supone que todo el mundo está igualmente informado, actúa con todas las precauciones y dispone de todos los medios para protegerse, lo cual no es más que otra falacia, pero que “justificaría” levantar la cuarentena y después explicar el porqué de los daños. Lo inteligente es no creer esas “argucias astutas” de nuestros economistas. Es una prueba más que el estado no está buscando soluciones sino justificaciones.

 

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