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El fracaso de una sociedad

En Colombia tenemos un panorama que se comporta distinto. 

Émile Durkheim, filósofo francés considerado el padre de la sociología como disciplina académica, dijo alguna vez que el capital social estaba definido como el conjunto de normas, creencias y valores que integran a los hombres en una comunidad. 

Tras años de estudio sobre la materia, varios sociólogos, economistas y politólogos, entre otros, han llegado a la conclusión que los problemas económicos, políticos y sociales de las comunidades solo pueden ser resueltos mediante el fortalecimiento de las redes de solidaridad entre los ciudadanos. Partiendo de los resultados que se obtienen por la correcta socialización de los individuos, se pueden generar lazos de compromiso comunitario en la democracia y el desarrollo. 

Sin embargo, en Colombia tenemos un panorama que se comporta distinto a lo anteriormente expuesto. Es nuestro individualismo, malicia indígena, intolerancia a nuestras diferencias y desobediencia por las normas lo que ocasiona que, pese a todos los esfuerzos, sigamos siendo un país subdesarrollado, desigual y violento. 

Es este comportamiento lo que ha direccionado la suerte de la sociedad colombiana. Por ejemplo, nos estamos levantando día a día con la noticia que defensores de derechos humanos, líderes comunales o algunas personas que han querido denunciar actos de corrupción, están siendo asesinadas sistemáticamente frente al país entero. Según la Defensoría del Pueblo, van 311 líderes sociales asesinados, siendo el Cauca, Antioquia y Norte de Santander los departamentos con más homicidios. 

El problema en la tierra del Sagrado Corazón no son los cocos de imaginarios políticos que ciertas personas nos quieren imponer. La ambición por el poder y el dinero y no valorar la vida del semejante puede estar escrito en el ADN tanto del que se cree capitalista como del socialista. Y es así como, por largos años, hemos tenido gobiernos aferrados al poder gracias a un sistema político vicioso que no permite invertir en lo realmente importante para nuestro desarrollo.  

Cuando no se invierte en el capital social y todo lo que este representa; es la salud, la educación, el bienestar y nuestra cultura los principales afectados. Aquí es cuando nacen los males de una comunidad indiferente, donde la desigualdad y la pobreza, consecuencia de perversas políticas públicas, crean al mafioso, al sicario, al corrupto y al ladrón. Se forman empresas criminales al servicio del narcotráfico, la minería ilegal, el contrabando y cuanto cartel de tráfico de influencias necesario para lograr la impunidad a todos estos delitos, tomando como gasolina para el funcionamiento de este sistema, un pueblo forjado a punta de injusticias y escasas oportunidades. 

El verdadero tesoro de una nación no lo determina su producto interno bruto, sino es su capital humano lo que potencia su riqueza económica y social, o por lo menos esto nos exponía Joseph Stiglitz, nobel de economía. Aunque parezca romántico, debemos aceptar que estas falencias de cohesión social han sido nuestro fracaso como sociedad. Ahora bien, comenzamos un nuevo periodo presidencial y esperamos que las prioridades sean replanteadas para el bien de todos, se puedan cerrar brechas sociales y una vida digna sea el objetivo en común de todas las políticas a ejecutar.

Domingo, 8 de Julio de 2018
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