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El hombre que vino del mar
Se cumplieron tres años del vil asesinato del escritor, docente y académico Pedro Cuadro Herrera.
Lunes, 9 de Julio de 2018

Se cumplieron tres años del vil asesinato del escritor, docente y académico Pedro Cuadro Herrera, un hombre que llegó de Cartagena, hace un jurgo de años, y que se instaló aquí, de por vida. Decía Pedro, jocosamente, que era un cucuteño nacido en Cartagena.

Nació a la orilla del mar, pero para el amor no hay mares, ni atardeceres de fuego, ni olas encrespadas. Se enamoró de Marlene, en la universidad de Tunja, y aquí vinieron a templar. Formaron un ejemplar hogar cucuteño, nacieron aquí sus hijos, aquí se hizo grande como poeta, y aquí murió en su ley, como maestro, cuando salía de dictar clases.

Tres años sin Pedro, sin escuchar sus carcajadas blancas, sin escucharle sus poemas, sin escucharle su manera alegre de vivir, sus costeñadas (Ajá, cuadro, y tú qué?), sus ansias enormes de poesía paladeada con un sabroso vino. Tres años son mucho tiempo y son nada. Como dice la canción: Que es un soplo la vida…

Pero los amigos de Pedro y su familia (Marlene, César, Carolina, y su perro, Mateo) no hemos podido superar su ausencia. Sus recuerdos se nos vienen por montón y se nos apretujan en el corazón y es como si continuamente volviéramos a vivir ese triste momento en la sala de velaciones.

Allá estuvimos, esa noche, sus compañeros de la Asociación de escritores y del grupo literario Escribarte, y sus colegas maestros y mucha gente, en la sala, en los corredores de la funeraria y en el patio central.

En algún momento, alguien empezó a hablar, a despedir al escritor, al maestro, al amigo. Los murmullos callaron y en aquel silencio grueso y lacrimoso, sólo se escuchó la voz de los poetas que, uno a uno, fueron leyendo o improvisando poemas para decirle al Negro, que nos dolía su partida inesperada. 

Esa noche se llenó de flores, de suspiros, de versos y de lágrimas. Y Pedro, en medio de tanta gente, pero solo en su nuevo caminar por entre nubes, camino al cielo. 

Al otro día, la misa exequial, en la catedral. La iglesia llena, las melodías del órgano derramando tonadas de tristeza, todos cabizbajos, deseándole a Pedro buen viento y buena mar en la travesía hacia la eternidad. Estaban autoridades departamentales y municipales, docentes universitarios y de colegios, escritores, amigos, familiares de Cúcuta y los que vinieron de Cartagena, sus alumnos, padres de familia y gente, mucha gente del pueblo. 
   
Allí pensé yo cómo Pedro se hacía querer, cómo llenaba sus manos de amistad para darla a quienes saludaba. Tenía un corazón tan grande que no le cabía en el pecho y por eso buscó nuevos espacios en el infinito. Todas las despedidas son tristes, dice el adagio, pero la de Pedro fue amarga. Estoy seguro que a todos, como a mí, les quedó un sabor de hiel en la boca.
 
Sus compañeros de Escribarte publicamos el año pasado un libro, El hombre que vino del mar, como un homenaje a Pedro, el poeta, el amigo entrañable, el Negro de carcajadas blancas.

Porque la idea es que el nombre de Pedro Cuadro Herrera no desfallezca en el olvido. Ese es nuestro compromiso. Y trataremos de cumplirlo. 

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