La Opinión
Suscríbete
Elecciones 2023 Elecciones 2023 mobile

El incendio de la casita blanca

José Antonio Amaya Martínez siempre ha encontrado tiempo para seguir escribiendo.

Conocí a José Antonio Amaya Martínez hace ya muchos años, cuando aún él gozaba de la dulce soltería. Tocaba guitarra, componía canciones y le gustaba el vino. Y escribía versos. Les hacía acrósticos a las muchachas y ellas lo querían, y él se dejaba querer. Hasta que llegó la que era, Elisa, y lo puso a marchar. Formaron su hogar, y Toño, como le dicen sus allegados, se ajuició. Se ajuició, pero no dejó de escribir. Poesía, cuentos, teatro. Se graduó de abogado y no dejó de escribir. En su escritorio, se mezclaban en un curioso revoltijo, hojas con memoriales y con poemas.  Cuando sus hijos nacieron, Toño les leía sus propios cuentos, al lado de los cuentos clásicos. 

En su pueblo, San Calixto, ocupó diversos cargos, desde maestro de escuela hasta la alcaldía. Brincó a Ocaña y junto con su ropita de pueblo y el flux dominguero, llevaba un manojo de papeles manuscritos, sus versos. En Ocaña se desempeñó como profesor, secretario de Educación y alcalde encargado. Un día se metió al bus de Peralonso, y a Cúcuta vino a templar. Fue en Cúcuta donde se hizo abogado y donde se casó. Fue también maestro, alto funcionario de la secretaría de Educación y subcontralor del departamento. Pero lo bueno, es que nunca dejó de escribir.

Y por eso, esta tarde hace el lanzamiento de su último libro, pequeño en su formato, pero grande en su contenido: El incendio de la casita blanca.

La casita blanca, según nos relata en su libro, fue la casita donde nació y donde vivió los primeros años de su vida hasta cuando, una negra noche, se les quemó la casa. Tuvieron que salir corriendo, el niño, su hermana y sus papás, con algunas pertenencias que pudieron salvar.

El hecho marcó para siempre la vida y el corazón de escritor, y hoy, después de una montonera de años, José Antonio ha querido plasmar sus vivencias de aquella noche en un hermoso libro que esta tarde nos dará a conocer, en el marco de la Fiesta del Libro, en la biblioteca departamental Julio Pérez Ferrero.

Tuve el privilegio de ser de los primeros amigos en leer los originales del libro. Y fue entonces cuando, como lo digo en el prólogo, al leer esas cortas páginas, me sentí leyendo Platero y yo, la historia infantil de Juan Ramón Jiménez. Y recordé otros libros infantiles y otras leyendas y otros versos. Porque este libro es un relato, cargado de ternura, de nostalgias y de poesía.
   
Yo no quiero contarles en detalle el contenido del libro, para no quitarles el placer de que ustedes vayan descubriendo, página a página, renglón a renglón, aquellos recuerdos de la infancia de Toño, un escritor versátil, un estudioso, un académico de la historia, y un marido juicioso, según el decir de Elisa, su esposa.
   
A pesar de sus múltiples ocupaciones, siempre José Antonio Amaya Martínez ha encontrado tiempo para seguir escribiendo. Y sigue dándonos ejemplo de lo que debe hacer todo escritor: leer mucho y escribir. Y aún toca guitarra y pinta y hace himnos y compone canciones.
    
La cita es esta tarde en el auditorio de la Biblioteca Julio Pérez Ferrero. Me dio olor a papel recién impreso, a música de tiple y a vino del bueno. A las cinco de la tarde, allá estaremos para darle el abrazo de felicitación a tan buen escritor. Yo iré, y les juro que no lo hago por el vino. Un consejo: hay que llegar temprano porque la cosa va a estar muy concurrida y las sillas se acaban.

Jueves, 6 de Septiembre de 2018
Premium-home
Patrocinado por:
Logo Empresas
Temas del Día