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El peor de todos los males

Los hechos derivados de la corrupción impiden el crecimiento de un país.

Vivimos en un mundo competitivo donde solo un bajo porcentaje de la población puede acceder a unos medios de vida digna. En general, las condiciones sociales, económicas y laborales son precarias en la mayoría de los países y Colombia se encuentra en el puesto 90 según el Índice de Desarrollo Humano (IDH) elaborado por Naciones Unidas. 

Las sociedades que se encuentran en escenarios de pobreza se desenvuelven en un ambiente hostil, limitado en educación y una baja formación en valores y principios que no les permite gozar de buenas relaciones dentro de una comunidad; siendo los actos violentos y las decisiones egoístas el vehículo preferido para la supervivencia. 

Resultado de lo anterior, se edifican gobiernos que dirigen erradamente las naciones y no garantizan equidad ni bienestar entre sus habitantes. Se crea un circulo vicioso que poco a poco deteriora la sociedad y va nutriendo el peor de todos los males que nos puede rodear: la corrupción. 

La corrupción son los actos cometidos por personas que abusan de su poder e influencia para hacer uso indebido de los recursos financieros y humanos que tienen a su disposición. Como consecuencia de este fenómeno, se forja una cultura del “todo vale” que afecta de manera negativa el comportamiento ciudadano y en el caso que concierne a la administración de un Estado, se reduce la capacidad para atender las necesidades de su población. 

Los hechos derivados de la corrupción impiden el crecimiento de un país. Se construyen carreteras con materiales de mala calidad, los puentes se vienen al piso, se pierden los subsidios de los niños y abuelos, se ofrecen medicinas vencidas en los hospitales, y toda la desviación de recursos que deberían ser invertidos para la educación, salud, deporte, generación de empleo, cultura e infraestructura, termina siendo el fortín económico de unos pocos que endulzan a sus seguidores con mercados y una falsa amistad.

Ahora, creo que el país esta despertando frente a las injusticias que hemos padecido y muestra de ello son las expresiones sociales que han tomado fuerza estos años. En los últimos meses los estudiantes a nivel nacional se organizaron y le exigieron al Gobierno más inversión para la educación, hace unos días cientos de ciudadanos salieron a las calles para pedir la renuncia del fiscal Néstor Humberto Martínez por el caso de Odebrecht y, durante todo este tiempo, las redes sociales han sido el canal de expresión más eficiente por medio del cual se han denunciado los miles de abusos que día a día cometen las personas que ejercen algún tipo de autoridad. 

Sin embargo, debemos entender los actos de corrupción como un comportamiento que puede estar presente en cualquier persona, indiferentemente de su ocupación, esta mala conducta no esta definida únicamente para el funcionario público. Hay que tomar conciencia que somos nosotros los que debemos cambiar si queremos transformarnos en una sociedad de bien y no pretender solamente que señalando a los demás encontraremos la solución. 

El problema debe ser corregido desde la infancia, y a razón de esto, la educación que se imparte en la familia es esencial. Acostumbrar al niño a ser honesto, a jugarle limpio a la gente y a respetar las normas es fundamental para consolidar la futura generación que, desde su libre albedrío, ejercerá acciones éticas que favorecerán a la comunidad. 

De igual manera, hay que cambiar la cultura que premia el enriquecimiento ilícito y el facilismo; esa cultura que no sanciona debe ser sustituida por aquella que fomenta el respeto por la dignidad humana y los valores esenciales que rigen las conductas honestas y transparentes. Si algo nos ha enseñado la historia, es que cuando se han detectado actos indebidos y no se ha hecho nada, lo que termina prevaleciendo es la tolerancia al delito y esa actitud nos convierte en cómplices.

Para nosotros, nuestros vecinos, amigos e hijos es fundamental tener estos conceptos claros para poder mitigar las consecuencias de la corrupción y los males que esta produce. Solo de esta manera podemos construir las bases de una sociedad más inteligente, más consciente a la hora de elegir a sus gobernantes y más capaz de demostrar que la fuerza de sus acciones colectivas esta medida en la solidez de sus principios individuales.

Domingo, 13 de Enero de 2019
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