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El Rey Miedo
Este convulsionado momento de la pandemia del innombrable virus, nos impuso el más miedoso de los miedos: morirnos.
Sábado, 5 de Septiembre de 2020

El miedo es una emoción primitiva. La primera que siente el ser humano al nacer y que comparte con todo el reino animal. El miedo paraliza, congela, aturde, nubla el juicio, debilita, intoxica. Martha Nussbaum, filosofa estadounidense titula su último libro “La Monarquía del miedo” motivada por la llegada de Donald Trump al poder en el 2016 y  profundiza a punto de calificarlo como “el problema de la sociedad estadounidense”. Según Nussbaum, el miedo no les ha dejado entender cómo son, ni a qué se enfrentan con un presidente que actúa como un monarca, porque, -los monarcas- dice, “se alimentan del miedo de los súbditos”. 

Este convulsionado momento de la pandemia del innombrable virus, nos impuso el más miedoso de los miedos: morirnos. Y de una vez para todos por igual, sin ninguna contemplación posible. Chinos, europeos, latinos, africanos, ricos, pobres, jóvenes, viejos. Ya sabemos cómo ha sido y cómo está siendo. A cada uno de nosotros nos ha significado algo y decir más sobra. 

Aún así, necesitamos mantenernos alerta porque el miedo también nos sirve para sobrevivir y nos guía por el sendero para lograrlo. La historia dice que de las pandemias la humanidad se sobrepone, que finalmente se superan, y que el ser humano continúa su evolución. Pero, ¿sobrevivirán la democracia y sus valores? 

Antes del encierro, justo antes, las calles hervían de gritos, se sentía un alarido incesante de cansancio, los ciudadanos alzaban la voz y se creían fuertes y dispuestos a hacerse escuchar; se tomaban las calles, interrumpían el tráfico, convulsionaban el día a día; convocados mediante mensajes y redes de amigos encontraban alguna identidad que compartían con amigos y desconocidos, sin grandes costos, ni convocatorias partidistas. Para algunos comenzaba un tiempo de  anarquía, para otros, simplemente era por fin el momento de la catarsis, del reconocimiento. 

Antes del encierro parecía que los cambios eran inaplazables, y que los gobiernos tenían como jefes a los ciudadanos. Antes del miedo que nos encerró y nos puso a cumplir normas y normas y más normas inconsultas; las reglas estaban por acordar. Era posible un encuentro para gestionar un proyecto común. 

Era, claro, un momento más difícil para los gobernantes. Les exigía un talante y un liderazgo monumental, una compresión panorámica de los problemas, una visión reformadora y les imponía un mandato de cambios a través de un salto democrático y a la vez ordenado e institucional. Menos decretos y más acuerdos, crecer en comunidad, y lograr un nuevo modelo de convivencia, de equidad. Una nueva política de frente al nuevo mundo. 

Pero el mundo cambió antes de ser otro mundo. Llegó aquel virus y se convirtió en una cuerda que les ató las manos a los jóvenes que las alzaban y guardó con llave y candado a los viejos que quisieron unirse y aportar su experiencia de vida. Habrá un después de la pandemia, eso es seguro, pero las reglas de la calle son otras, las prioridades las deciden quienes gobiernan, se nos pedirá obedecer para no morirnos. 

Dice la filósofa que es “fácil que el miedo vaya por delante del pensamiento reflexivo” y que esa clase de miedo “socava la fraternidad y envenena la cooperación y nos lleva a hacer cosas de las que nos avergonzamos profundamente más tarde”. Como individuos tenemos que sobrevivir físicamente a la pandemia, pero como sociedad debemos seguir el instinto y prender las alarmas antes de que el Rey Miedo se instale en su trono, y desde allí se dedique a gobernar. Y entonces será peor el remedio que la enfermedad.

* Tengo 26 años en el periodismo. He trabajado y colaborado en casi todos los medios nacionales. Pero no en el más cercano a mis raíces y por eso es un honor publicar en estas páginas. Gracias Estefania Colmenares por invitarme. Las mujeres somos la mitad de personas en el planeta, y tenemos una visión del mundo. Espero poder transmitirla.

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