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El viaje espacial de Laika

A finales de los 50, el desarrollo tecnológico era incipiente.

Antes de que el hombre fuera a la órbita espacial, los rusos en el año de 1.957 hicieron un experimento con una perra callejera que se paseaba por las calles de Moscú, y entre las varias  razones para ser escogida para ese primer viaje fuera de la tierra, científicos rusos consideraron que el haber soportado fuertes inviernos en la capital rusa y las dificultades propias de esa vida mundana, era el primer ser viviente apto para esa aventura que iniciaba el hombre. 

En ruso Laika significa “ladradora”, y el líder ruso en el momento era Nikita Kruschev, quien en esos días de confrontación política, de la llamada “guerra fría”, la aventura espacial era una posibilidad que podría colocar al gigante asiático por encima de su rival norteamericano.

Por esos años en la década de finales de los 50, el desarrollo tecnológico era incipiente, y la aventura espacial apenas era una posibilidad para mostrar poderío ante el mundo en esa profunda confrontación que dividía a occidente y los países socialistas. 

Yuri Gagarin, el primer astronauta ruso era un héroe nacional, y un bailarín ruso, Rudolf Nureyev, era lo que tenía el comunismo para mostrarle a occidente las bondades de su sistema. 

Por ello, en 1.962 cuando como respuesta al vuelo espacial de Laika científicos norteamericanos le aseguran a su presidente John F Kennedy que podía anunciar que una nave espacial de su país iría a la luna, el presidente lo dice en su discurso, quizás con algo de incredulidad. 

Se sabe que antes de pronunciar su discurso llamó a los científicos para que le expresaran la real posibilidad de la posible llegada del hombre a la luna.

La verdad fue que Laika murió en ese vuelo espacial, noticia que los soviéticos ocultaron por muchos años para evitar que esa nueva experiencia espacial fuera vista como un fracaso. 

Hasta el año 2.002 se dijo la verdad. Laika había muerto a los pocos días de haber iniciado el vuelo por un sobrecalentamiento, y apenas hace 10 años, cerca de una estación de metro de la capital moscovita se levantó un monumento a la perrita, de quien nunca, ni siquiera en la imaginación del mejor cuentista ruso de todos los años, Anton Chejov, podría llegar a imaginar que su vida de perra callejera, cualquier día pasaría a ser el primer ser viviente en ir al espacio.

Y ahora que el mundo recuerda la llegada del hombre a la luna, se han presentado otras experiencias en esa aventura espacial. 

La misión STS – 47 fue una experiencia en la que tres parejas fueron enviadas a la órbita espacial en una nave para estudiar su comportamiento, sus cambios, y entre otras razones, se quería analizar lo que podría ser el sexo en el espacio, como una posibilidad de reproducción del ser humano. 

Tantos días en el espacio de las parejas trajo sorpresas: hubo cambios fisiológicos importantes en las personas, se presentaron enfrentamientos entre las parejas, e incluso se constató que hubo infidelidades en la nave espacial. Los cambios fisiológicos, aún se estudia, si se trata a los cambios de gravedad y la radiación. En esa aventura de las tres parejas, también se evidenció los efectos del aislamiento que produjo por varios días en los seres humanos. 

El mundo sideral es de tal dimensión, que recientemente le escuchaba a Germán Puerta que en ese gran espacio, la tierra era tan pequeña que podría ser apenas como un grano de arena de todas las arenas que puede haber en el mundo. 

En esa aventura continúa el hombre, tratando de conocer y llegar a otros planetas, y por lo menos recordando que hace 50 años el hombre llegó a la luna, en esta columna se le hace por lo menos un homenaje al primer sacrificado en esa batalla: Laika.  

Domingo, 21 de Julio de 2019
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