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Entre la suerte y la irresponsabilidad
En medio del sofocante calor, obtuvo muy buenos resultados en las pruebas académicas.
Martes, 20 de Marzo de 2018

La parranda y amanecida en una casa del barrio Sevilla de Cúcuta evitó que un licenciado en educación física se vinculara laboralmente con Ecopetrol, en Tibú, y que posteriormente se salvara del siniestro aéreo en el cerro El Espartillo, en zona rural del municipio de El Zulia.

Jaime Enrique, recién egresado de la universidad de Pamplona, se fue a probar suerte a Medellín y solo encontró unas clasecitas y arbitrajes de partidos de fútbol en una universidad privada. Por intermedio de varios familiares radicados en la capital departamental, se enteró de un concurso en la vecina población petrolera y acudió a ella a presentar los respectivos exámenes.

En medio del sofocante calor, obtuvo muy buenos resultados en las pruebas académicas y regresó a la capital de la montaña con la promesa de volver  para la entrevista protocolaria, con altas probabilidades de vincularse con la empresa estatal.

La víspera del examen, parrandió hasta el amanecer, de manera que con la cara y el  pelo ‘enmaicenados’, fue acompañado al terminal que quedaba cerca y le tocó sentarse cerca al conductor porque  no había cupo en el  bus.

En esas condiciones se presentó ante los entrevistadores y por supuesto que lo rajaron por su facha, tufo e irresponsabilidad. El dinero que había prestado para los pasajes escasamente le alcanzó para devolverse derrotado a Medellín.

Como se destacó como buen futbolista, lo más  probable es que hubiera viajado en el fatídico avión de Avianca que el 17 de marzo de 1988 se estrelló en el cerro El Espartillo y donde murieron todos los ocupantes, entre ellos los ocañeros Jairo Manzano Carrascal, Nixon Sepúlveda Arévalo y Henry Toro Delgado, integrantes de la selección de fútbol que se dirigía a Cartagena a participar en un encuentro deportivo programado por la Empresa Colombiana de Petróleos.

El afortunado e irresponsable deportista es mi hermano, y otro paisano corrió con igual suerte, Said Lesmes, conocido en el mundillo futbolístico local como ‘Cebú’ , un defensor alto, acuerpado y muy técnico, que según los entendidos en el balompié, pudo ser igual o mejor que el único jugador profesional que ha tenido la región, Miguel Augusto ‘el Nano’ Prince.

Por participar en una ‘farra’ antes del viaje a la Heróica y por pelearse con otros dos titulares de la selección de fútbol, fue excluido de la delegación deportiva.

De él solo se sabe que está en Bogotá, que no aprovechó sus condiciones de futbolista, y de mi hermano Jaime Enrique , que se asentó en ‘Medallo’, labora como profesor, y que como sicólogo también dice que se salvó de milagro, sin descartar la ayuda divina.

Recuerdo el  revuelo familiar que se armó en mi casa por el  puesto de docente de nómina  que dejó ir el hermano menor, y de todos los regaños de los viejos y hermanos mayores, yo no podía excluirme porque organicé la  parranda en Sevilla, la que en últimas lo libró de abordar el avión de Avianca.

Treinta años después, los recuerdos afloran: el cubrimiento que hice del accidente mortal, de la difícil recolección de información periodística para el noticiero que dirigía en la  emisora local  Radio Sonar, después de renunciar de Radiosucesos RCN en Medellìn.

Tres décadas para hacer reflexiones existencialistas, para confrontar las apreciaciones religiosas con las filosóficas, para aceptar que la suerte si existe, y que la irresponsabilidad, a veces puede salvarnos la vida.   

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