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Guerra de pasiones

Gracias al plebiscito del 2 octubre, hemos visto chorros de opiniones en medios de comunicación, redes sociales.

¿Alguna vez se ha preguntado qué tan útil es su opinión en una campaña política?, o, simplemente opina para mostrarse más inteligente que los demás y ensalzar su ego. Nuestra libre opinión es uno de los privilegios de vivir en una sociedad democrática, pero más que un placer individual, es una herramienta para convencer al otro de nuestra posición, o por lo menos, ponerlo a dudar.

Gracias al plebiscito del 2 octubre, hemos visto chorros de opiniones en medios de comunicación, redes sociales y en sencillas conversaciones en persona. Lo curioso es ver que muchas personas como que no sabemos para que opinamos. Constantemente, nos centramos en tratar de hacer que los que piensan diferente parezcan estúpidos, en lugar de intentar seducirlos para que piensen igual que nosotros. Es más, a menudo, nos desgastamos con argumentos técnicos, cuando una campaña, al igual que un partido de fútbol, es una guerra de pasiones.       

En una campaña, cuando uno hace parte de una posición, se vuelve miembro activo de la misma. Entonces, podemos elegir entre quedarnos callados y solo aportar con nuestro voto, o, podemos entrar en la pelea y tratar de poner uno, dos o tres voticos más. Si decidimos la segunda opción, luchar por el SI o el NO, es importante opinar con astucia para tratar de conseguir el voto de los indecisos, y tal vez, algunos de los que están en la posición contraria. Es un desgaste cuando hablamos por hablar, sin tener muy en cuenta, la forma en que al otro le gustaría oír nuestras opiniones. Nuestra opinión se debe servir en un plato bien decorado, para que el receptor se la coma.

Antes de decir o escribir groserías, parecer arrogantes o hacer un texto tedioso de argumentos técnicos, piense que lo importante no es ganar la discusión. Lo importante es ganar votos. Consideremos ser amables, pacientes y conciliadores cuando opinamos, porque hasta opinando en redes sociales somos violentos. Tratemos de hacer sentir al otro que lo piensa es importante, pero que nosotros tenemos una posición que le podría gustar más. Sin ser aburridos, porque la política en su esencia tiene picante.

Es válido mostrar estadísticas y citas de fuentes confiables, pero los seres humanos, hasta los académicamente más sofisticados, se dejan influenciar fuertemente por sus emociones. Adornemos argumentos veraces con frases atrevidas y ejemplos fáciles de vender, pero sin engañar ni jugar sucio.     

Aunque respeto muchas posiciones del NO, la mayoría de quienes lideran esta campaña y sus seguidores tienden a ser agresivos y prejuiciosos. Vender un discurso de guerra los presiona a opinar con rencor y zozobra, lo cual de entrada me genera desconfianza. No quiero decir que todos lo que van a favor del SI sean unas joyitas, porque hay harto politiquero, pero en general, veo en este equipo un ánimo de discutir con esperanza, conciliación y optimismo que me hace recordar las emociones propias de un país bello como Colombia que quiere superarse.  

Seamos parte de esta guerra como soldados convencidos de una causa por nuestro país. Llenemos nuestro corazón de valentía y humildad para luchar por Colombia. No luchemos matando al enemigo. Luchemos conquistando los corazones de quienes piensan diferente. El mejor aporte que podemos hacer a nuestro país, ya sea por el SI o por el NO, es opinar de forma respetuosa y sin egos. Así es el verdadero escenario en que se construye la paz.

Domingo, 25 de Septiembre de 2016
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