Si decimos que lo más bello y significativo que podemos tener en la vida son los hijos, que eso de ser padres es lo mejor que nos puede pasar, pues dispóngase a capacitarse bien para que este gran compromiso lo pueda cumplir a cabalidad, sin pretender perfecciones que no existen, ni autosuficiencias mandadas a recoger.
No es tarde, dispóngase a empezar sus cambios ya; no se puede seguir engañado o esperanzado en que como tengo a mis hijos en buenos colegios o universidades (públicas o privadas), allá se encargarán de educármelos bien. Para esto de educar, de formar a nuestros hijos y que puedan ser unos buenos y verdaderos seres humanos, lo primero y principal es estar convencidos que es desde el amor que usted le imprima a toda interacción con ellos sin complicarse, que usted empieza a encausarse y a hacer bien la tarea. La atención que ustedes les presten a sus hijos en sus cosas, en sus intereses desde chiquitos, de manera auténtica y respetuosa, es una forma de mostrarles que ustedes están interesados en ellos.
Algo que es inusual con los hijos es pedirles consejos u opiniones sobre sus cosas o asuntos familiares, incluso desde antes de la pubertad; quítese la prepotencia, y cuando lo haga, se dará cuenta de las maravillas que esto logra y la confianza que se construye. No trate de imponerle sus gustos (o frustraciones), en la escogencia de colegio, un deporte, amistades, una carrera etcétera. Intervenir en sus asuntos, en sus cosas, o decisiones, es válido si ellos se lo piden, y si no lo hacen, y ustedes sienten que el muchacho está en inminente peligro, ofrézcale sus buenos consejos emitidos con afecto, y no como regaño o condicionamiento negativo, presionándolos a tomar decisiones conforme con lo que ustedes quieren. Minimíceles lo más que pueda la absurda imposición actual de la competencia. Jamás lo empuje a ese peligroso abismo, por el cual son millares los adolescentes y adultos jóvenes los que se han suicidado, o han somatizado “derrotas” en infartos u otros cuadros clínicos severo
s gracias a ese sofisma. Explíqueles en su calidad de padres consientes que sacar los primeros puestos, ser elegido para un empleo, por unas pruebas, unas entrevistas, unas notas o por una “palanca”, no significan nada, que ustedes lo concibieron para ser feliz, no para fanfarronear, para que se desarrolle en libertad y armonía formando una personalidad sólida, sencilla y con valores reales, capaz incluso de superar a aquellos de “excelentes notas y poderosas palancas”, (hoy ya son muchos los casos que refrendan lo anterior).
Si como personas somos correctas y estamos ejerciendo un oficio o profesión de manera honesta a la sociedad que nos debemos, seguramente tendremos algún reconocimiento en la empresa o gremio al que pertenezcamos, que sin temor a equivocarme nuestros hijos se van a enterar, y según este sea, nos admirarán y nos tomaran de alguna manera como ejemplo digno o no de imitar. Y esto sí, realmente es el mejor premio y honor que la vida nos dará; hoy nuestros hijos no creen el bla bla bla y las mentiras que les pretendamos meter, así nos amen, porque no son bobos y se dan cuenta de nuestras ejecutorias. Contrario a lo que algunos psicólogos afirman, yo creo que padres e hijos si pueden ser amigos de verdad, haciendo gala del respeto y de un actuar sin mascaras ni falsedades, pretendiendo esconder o aparentar lo que no se es. El dialogo honesto es el camino, y el pedir perdón desde el corazón, y con el compromiso del cambio, es un buen remedio. Se de muchos padres viejos para quienes sus mejores amigos son y seguirán siendo sus hijos, e igual sentimiento lo tienen ellos para con nosotros. Si usted tiene alguna preferencia por cualquiera de sus hijos, déjela en su corazón y no permita que se note. Es mucho más difícil enderezar hijos grandes chuecos… que formar hijos nobles, humildes y honestos desde pequeños. Muchas Gracias.