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¿Hasta cuándo?
Llevamos años, décadas, y siglos, en un diálogo. 
Viernes, 5 de Abril de 2019

Creen los extraterrestres que Colombia es tierra fecunda para los filósofos y poetas. Que de tanto dialogar, ya hemos encontrado la verdad verdadera; ninguna lámpara de Diógenes se nos compara. Que ya hemos resuelto los problemas más complejos, y las conjeturas matemáticas más elevadas y exquisitas. 

Llevamos años, décadas, y siglos, en un diálogo. Prolífico pensarán algunos. ¡Pues no! Decimos otros. De tanto dialogar ya hemos perdido la noción del tiempo, como cuando con buenos amigos nos reunimos con buen vino y viandas generosas. 

Pero acá, en un pedazo tierra olvidado por Dios, además de perder la noción del tiempo, hemos perdido la noción de justicia, o si no que lo digan las personas que se han quedado sin suministros de medicamentos en los lugares afectados por la Minga. 

El diálogo, ilustre y noble instrumento, por estos lados fue pervertido; ahora es una herramienta, al mejor estilo de las papas bombas y los tatucos: “o dialogamos o te vuelvo pedazos medio país”, al mejor estilo de El Patrón, ¿se acuerdan?

Hace bien el Presidente de la República no negociar; pero haría mejor en impedir que ese diálogo, que de diálogo nada tiene, siga perjudicando al país. 

Ya oigo las voces, quejumbrosas ellas, de que la mano dura ha vuelto; la mano peluda, le decíamos de niño. ¡Bobadas!  La mano dura no es otra casa que la caricaturización de un deseo elemental, que es el de la seguridad, la fiabilidad. No es orden pero el mero gusto de ver todo uniforme y uniformado.  No. Es orden por el mero gusto de que la gente tenga combustible, y los enfermos tengan medicamentos, y los comercios no se quiebren.  ¿Es eso ser un facho, como dicen los progres? 

Nada más bello que el desorden caribe, latino.  Pero  nada  más detestable que la anarquía. Así que los críticos bien puedan seguir perdiendo el tiempo cuando disparan, al decir que queremos una Alemania uniformada y nazi por estos lados. Jamás. 

Pero sí queremos salir del sopor eterno que nos invade hasta los capilares más diminutos; es hora de que paremos el diálogo, el diálogo en el que el otro tiene una pistola en la sien del contertulio, y así lo obliga a fingir interés por la perorata. O díganme ustedes si los gobiernos anteriores, todos, no negociaron lo imposible, lo incumplible, con tal de parar el diálogo al que sometían a sus funcionarios. 

Jamás pensamos que la palabra diálogo pudiera ser sinónimo de secuestro, de constreñimiento; pero en las tierras del desorden caribe, latino, parece que hasta el diccionario se fue de fiesta. 

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