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“¿Hasta cuándo este zaperoco?”

Una renuncia a toda posibilidad de que las cosas sigan bien.

El fenómeno migratorio que viene ocurriendo con los venezolanos, de una manera permanente, imparable y despiadada desde hace más de un año, no es solamente la huida de las garras de la dictadura miserable, ni el instinto de supervivencia, que lleva ya a millones de  mujeres, hombres, y niños tirados al sufrimiento total, sino también son las heridas y  secuelas que a nivel de salud mental, deja en todos las personas que optaron por esta solución, en vez de seguir sometidos a continuar viendo directamente como se destruye su país, que con sus manos construyeron sus antepasados, esta bella Nación en donde hicieron vida, lucharon, gozaron, nacieron sus hijos, enterraron sus muertos, y lloraban cada día por las injusticias del régimen. Aquí nace la Desesperanza Aprendida, que es un estado de perdida de la motivación,  de alcanzar los sueños, una renuncia a toda posibilidad de que las cosas sigan bien, se resuelvan o mejoren. También se puede decir que es una especie de frustración o impotencia. Federico Nietzsche la consideraba como la enfermedad del alma moderna. Aparte de que salen mal de sus pueblos con un par de mudas de ropa, más todo el trajinar duro que les toca desde el día que deciden buscar otros horizontes, en donde muchas de sus expectativas no las encuentran,  el hambre, la indiferencia social, las largas caminatas buscando refugio y trabajo, las enfermedades etc. etc., con el paso del tiempo les  pasan su cuenta de cobro, hasta que  la desesperanza puede reflejarse en problemas mentales serios, que muchas veces alcanzan a llegar a la locura. Toda esa larga carrera de obstáculos que afrontan los inmigrantes, les hacen vulnerables a la enfermedad mental, especialmente los que no logran sus expectativas, sufren trastornos que los especialistas llaman el Síndrome de Ulises: fatiga intensa, cefaleas, mirada perdida, estado catatónico (actitudes rígidas y estereotipadas), delirios de persecución y  “además aparecen en su mente unos peces que se disponen a tragárselo, es un tormento que se vincula al miedo terrible, que se apodera de él en su viaje hacia horizontes prósperos”. Con el tiempo, se encuentra en la miseria, sin papeles, sin trabajo, y sin expectativas. La gente no resiste el trauma y el estado mental le cobra factura.  La mayoría de migrantes sufren estados depresivos y de estrés crónico, que derivan del estado emocional, y que tiene su desencadenante en todo lo que supone la migración: viajes peligrosos, lejanía del entorno y la familia, dificultades para encontrar trabajo y obtener papeles, o el rechazo racista que muchos sufren en la sociedad que los acoge, sin documentos, avocados a la marginación y a la miseria. Muchos migrantes sufren de estrés crónico, duradero y múltiple, ya que tiene su origen en una serie de duelos derivados de la migración. Esos duelos son un proceso psicológico de reorganización de la personalidad, que se produce cuando la persona pierde algo que es muy importante para él, como el contacto con la familia y los amigos. Nada es fácil para el migrante, incluso algunos, al ver su estado y el de los suyos, por la misma desesperación, resultan  metidos en actos delictivos que casi siempre le empeora la situación, y como se ha   visto, muchos de ellos terminan presos. En la medida que usted pueda colaborarle a un emigrante, hágalo, y si lo hacen clubes juveniles, organizaciones de servicio comunitario, damas voluntarias, iglesias, etc., mucho mejor, y háganlo desde el afecto, para sentir en su fuero interno, la gran experiencia de ser útil de verdad.  

Viernes, 31 de Agosto de 2018
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