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Hombre, colegio y pueblo
La Normal Rural de la vecina Convención donde, entre estudios, internado y novias, se graduó de maestro, por allá en el año de 1957. 
Lunes, 11 de Noviembre de 2019

Se llama Édgar Angarita Lemus. Nació en El Carmen (al que antes llamaban Carmen de Ocaña, pero los carmelitanos reviraron un día, diciendo que no eran de nadie sino de ellos mismos, puro El Carmen). Estudió en la escuela de su pueblo y luego pasó a la Normal Rural de la vecina Convención donde, entre estudios, internado y novias, se graduó de maestro, por allá en el año de 1957. 

Los egresados de aquella Normal fueron verdaderos maestros. Con materias como zootecnia, agricultura, agrimensura, legislación escolar, pedagogía, metodología y prácticas pedagógicas, además de las materias corrientes del bachillerato, los egresados hacían gala de conocimientos pedagógicos, enfocados hacia la educación de la niñez  y juventud campesinas. 

Pues bien. Un día de noviembre de 1959 le llegó al maestro de El Carmen Édgar Angarita Lemus un telegrama, procedente de la Secretaría de educación departamental, que decía:  “Nos permitimos informarle que usted ha sido nombrado director del colegio El Carmen, de ese municipio. Sírvase posesionarse en la alcaldía”. Brincando en una pata de la alegría, Édgar se posesionó, ¿pero de qué? No había local, no había alumnos, no había tiza, no había tablero, no había papelería, no había nada. Sólo un telegrama. 

Y ahí fue cuando el profe Angarita empezó a saltar matones, pero sacó a relucir su verraquera de carmelitano y sus conocimientos de Organización Escolar, adquiridos en la Normal de Convención. Recordó las enseñanzas del padre José María Duarte y de don Efraín Jaime Peinado, primeros rectores que en Convención le dieron vida a aquella Normal Piloto.

Sin nada de nada, Édgar consiguió con la alcaldía un local donde había funcionado una cantina con billares. Era un salón grande con un orinal. El popó tocaba guardarlo para la casa. Sin miedo, Angarita se le midió al reto. Empezó a tirar pata de casa en casa buscando niños para que se matricularan. Alguien le prestó una mesa, los muchachos llevaban sus banquetas, hizo rifas, ponía la totumita a la salida de misa, haciéndole competencia a las limosnas del padre, y así, gota a gota, paso a paso, sudor a sudor, el colegio El Carmen fue creciendo. Sería tan dramática la situación, que el tablero, hecho por ellos mismos, servía por ambos lados a la vez. Lo pusieron en la mitad del salón y por un lado enseñaba una profesora y por el otro, el profe Édgar.

En 1974 se juntaron los dos colegios de la población, El Carmen, de varones, y el Gabriela Mistral, de señoritas, para formar uno solo que, desde entonces se llama Enrique Pardo Farelo, nombre de uno de los grandes poetas nortesantandereanos, perteneciente al grupo de Los Felibres, de Ocaña, famoso en las letras colombianas.   Enrique Pardo Farelo nació, se crió, fue educador y escritor,  de El Carmen. Su nombre le sirve de guía, de faro y de ejemplo a las juventudes carmeleñas.  

Por estos días anda de fiesta el colegio. Cumple 60 años desde cuando el profe Édgar Angarita Lemus tuvo que comer de las verdes y las maduras, amarrarse los calzones bien amarrados y hacerle frente a la situación de extrema pobreza, para sacar adelante su colegio, de su corazón y de su pueblo.

gusgomar@hotmail.com

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