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Ir a urgencias es más duro que la enfermedad

Cúcuta es una ciudad donde la inclusión para personas en condición de discapacidad o movilidad limitada no es tenida en cuenta.

En estos días tuve la necesidad de acompañar a mi padre a una urgencia médica, un hombre de 93 años de vida, duro como un roble, de esa estirpe de la que quedan pocos. Con fisuras en la costilla y el hombro y una placa doblada en el antebrazo producto de una caída provocada por una de las trampas de movilidad que en la ciudad tenemos, y donde las aceras peatonales presentan desniveles que limitan el caminar adecuadamente. Cúcuta es una ciudad donde la inclusión para personas en condición de discapacidad o movilidad limitada no es tenida en cuenta en los desarrollos urbanísticos. 

Qué difícil para una persona en silla de ruedas, invidente o con motricidad reducida, desplazarse por nuestra ciudad, sencillamente no lo puede hacer. Cada tramo es una trampa mortal que debe esquivar, a tal punto que es preferible no salir. La falta de urbanismos adecuados está enclaustrando a muchas personas en sus hogares y como ciudadanos no nos damos cuenta que a veces nosotros mismos obligamos a esas personas a caminar por la calle, parqueando motos y carros sobre los andenes.

En Colombia no se muere la gente por la enfermedad, se muere por la ineficiencia en la atención de los servicios médicos y escúcheme bien, no por los médicos, sino por lo complicado que puede ser para una persona ingresar a ser atendido. Una persona que necesite ir a urgencias médicas debe revestirse de la paciencia de Job, para alcanzar el cometido.

Una vez en urgencias, debe someterse a un proceso de valoración conocido como Triage. Este Sistema de priorización realmente arranca con un celador que te recibe en la puerta y verifica si realmente tienes una urgencia. Superado ese primer e improvisado retén, debes acercarte a una ventanilla en la que cuentas con lujo de detalles por qué estás ahí, y debes entregar todos los documentos como requisito obligatorio para poder entrar.  

No importa tu condición, si o si, tienes que superar al celador y la ventanilla si quieres acceder al Triage. Una vez superadas estas paradas, eres remitido a un enfermero que en un escritorio te toma la tensión, te pesa y nuevamente pide que le cuentes por qué estás ahí. El enfermero hace un nuevo registro en el sistema y una manilla con tu nombre para que puedas ser llamado por un médico general para valoración.

Pasado un tiempo, dependiendo de la demanda de pacientes en urgencias, que por estos días de feria se duplican debido a los desmanes propios de este tipo de fiestas, eres llamado para ser valorado por un médico general recién egresado que transpira inexperiencia, él es quien determina si la atención que requieres es de reanimación, para hacer ingreso inmediato, de lo contrario, te clasifican en emergencia, urgencia, atención prioritaria y consulta externa, con tiempos inverosímiles, así, el de urgencia está en un rango de 2 horas y el prioritario de 6 horas.

Después de pasar todas las alcabalas del nuevo sistema de valoración, estás listo para ser atendido en dos horas, a las que no se les descuenta las dos o más que ya debiste esperar para ser valorado. Extraño el tiempo en que la urgencia era urgencia, no tenia clasificación y merecía ser atendida. Pero bueno este tipo de retenes se diseñó para que los pacientes que no necesitan atención de emergencia lo piensen dos veces antes de ir a una, pues la verdad ir a urgencias es más duro que la enfermedad.

Viernes, 19 de Julio de 2019
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