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Irán y EEUU, más allá de la crisis

Juzgar las circunstancias sin el suficiente análisis histórico sociológico y con una visión estrictamente occidental, es un inmenso error.

Irán, antes conocido como Persia, aparece con frecuencia en las primeras líneas de las agencias noticiosas, dada su importancia geopolítica en virtud de su inmensa riqueza petrolera y gasífera, su rol en el Medio Oriente, y su radical oposición a los Estados Unidos. Las más recientes rodearon el asesinato del general Qassem Soleimani, ordenado por el presidente Trump bajo la modalidad de drone. 

Los iraníes, que sintieron el crimen en lo más profundo del alma colectiva, se volcaron a las calles para despedir al prestigioso líder de la Guardia Revolucionaria. 

Las retaliaciones por parte de Irán no se hicieron esperar y dos bases norteamericanas en Irak fueron atacadas. 

En medio de la imprecisión, se derrumbó un avión comercial ucraniano, que hizo recordar los erróneos bombardeos de la OTAN a la Embajada China en la guerra de los Balkanes. 

Los iraníes, por su parte, también evocaron los aviones comerciales derrumbados por Estados Unidos en 1988. 

La primera piedra, el drone para matar a Soleimani, generaba tensión en todo el mundo. Inclusive en los Estados Unidos se multiplicaron las protestas y, la Cámara de Representantes, por iniciativa de Nancy Pelosi, votó al día siguiente una orden para limitar los poderes militares del presidente Trump.  

Irán o Persia, cuna de una de las civilizaciones más antiguas de la humanidad, es también la tierra de Ciro, Cambises y Darío, tres emperadores cuyas pretensiones expansionistas generaron el conflicto con los griegos, o las guerras médicas. 

Entre sus aportes culturales, resaltemos el dualismo religioso que permite distinguir entre el bien y el mal, inspirado en Zoroastro o Zaratustra - como diría Nietzsche -, un persa que sentó las bases de ángeles y demonios, cielo e infierno, inmortalidad del alma y juicio final, facilitando el desarrollo del monoteísmo religioso y conceptos fundamentales del Judaísmo, el Cristianismo y el Islam.

Esa cultura milenaria, desconocida entre nosotros, se desarrolló en una tierra que a principios del siglo XX se mostró riquísima en petróleo y gas, razón que explica el que fuera desde entonces codiciada por las superpotencias. 

Roosevelt, Stalin y Churchill se encontraron en la conferencia de Teherán en 1943, haciendo cada uno sus cálculos sobre el futuro de Irán y el provecho que podrían sacarle. 

Después de varios años de inestabilidad, la alianza anglo-americana logró con golpe de Estado colocar al Shah Reza Pahlavi en el poder en 1953. 

Inicialmente el gobierno quiso modernizar el país, pero progresivamente desarrolló un sistema dictatorial que produjo miles de torturas y desapariciones, al punto que los más altos dirigentes religiosos despertaron la conciencia ciudadana. Entre tanto, la inmensa riqueza petrolera alimentaba las arcas de las multinacionales anglo-americanas y la familia del Shah.    

Un gran levantamiento popular, de inspiración religiosa, cuyo líder fue el Ayatollah Khomeiny, derrocó a Reza Pahlavi en 1979. Desde entonces, un Estado teocrático, la República Islámica de Irán, en la que los altos dirigentes religiosos ocupan prominente lugar, orienta el país. En política exterior, su meta ha sido liberar la región de la influencia occidental y construir vínculos con los países no alineados. Así las cosas, momentos críticos como la crisis de los rehenes americanos, que impidió la reelección de Carter; la guerra con su vecino Irak, que se prolongó por ocho años produciendo devastadoras pérdidas; las turbulentas relaciones con Israel; las pretensiones de hacerse a armamento nuclear; y los intentos norteamericanos por desestabilizar el régimen con amenazas militares y sanciones económicas, han caracterizado casi cuarenta años de política en la región.   

Juzgar las circunstancias sin el suficiente análisis histórico sociológico y con una visión estrictamente occidental, es un inmenso error para entender la profundidad de la geopolítica en la que se halla inserto Irán. Cualquier tópico, por simple que parezca, debe mirarse como una moneda, en sus dos caras. Así, por ejemplo, la aspiración a contar con algún armamento nuclear parece sensata desde la perspectiva iraní de la defensa, tanto más cuanto que el Tratado de No Proliferación de Armas Nucleares de 1968, suscrito por más de 185 países, fue una motivación en búsqueda de la paz mundial, que tiene su inmensa tara en la medida en que a las naciones que sí tenían poder nuclear, como Estados Unidos, Rusia, el Reino Unido, Francia y China, no sólo se les permitió conservarlo sino que siguieron en la investigación armamentista. Como quien dice, “...que nadie más se arme”. Paradójicamente, esos cinco grandes que integran el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, más Israel, son los mayores vendedores de armas del mundo.
        

Sábado, 18 de Enero de 2020
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