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La encrucijada cafetera

Nuestra patria ya no es la Colombia agrícola y rural de antes, y eso se debe reflejar en las decisiones empresariales.

Propone el presidente de la Federación Nacional de Cafeteros que es hora de “desvincularse” de los precios de la bolsa de Valores de Nueva York; argumenta el dirigente que dichos valores están por debajo de los costos de producción de los cafeteros, lo que activa, irremediablemente, los subsidios que el Estado debe dar a los cafeteros. 

Sin embargo, debo reflexionar más sobre este asunto, que no es de poca monta, pues el famoso adagio que decía que Colombia es café o no es nada, parece que ya no es tan cierto. 

Lo primero es que desde hace varios años, muchos, el gobierno, por diferentes vías, en diferentes montos, y en distintas modalidades, ha subsidiado a los cafeteros. 

Es razonable preguntarse si dichos subsidios se deben mantener, cuando la época de vacas flacas llegó para quedarse. 

Es legítimo, también, preguntarse si los subsidios que se le dan a los cafeteros, por la vía de la igualdad, se le deben aplicar a otras actividades. 

Los cultivadores de cacao, o de caña, o de limones, o guayabas podrán pedir los mismo; incluso lo podrían hacer otros sectores diferentes de la agricultura, como la construcción, o – ¿descabellado? – el sector servicios. 

Parece, pues, que los cafeteros, eternos consentidos del Estado (y había razones para que ello fuera así), deben pensar en que la era de los subsidios se acabó. 

¿Qué hacer, entonces? 
Buscar un pacto cafetero, versión 2019 es difícil. Colombia aporta muy poco a la producción cafetera, en especial si se compara con gigantes como Brasil, que por la devaluación de su monda, el Real, y la inmensa producción, está tranquilo.

Y convencer a otros productores, Africanos y Centroamericanos, no va ser fácil. 

Y me temo que salirnos del sistema de precios de la Bolsa de Nueva York, para abrir “nuestro propio rancho” será imposible. 

Se me ocurre, y quizá peco de ingenuo, lo siguiente: Colombia ha dado un paso decidido, significativo, hacia la industrialización. 

Nuestra patria ya no es la Colombia agrícola y rural de antes, y eso se debe reflejar en las decisiones empresariales.

Así, pues, considero que debemos pasar de vender el café en grano, que tiene muy poco valor agregado, a venderlo con valor agregado, que son las bebidas, y productos hechos de café, por los cuales se pagan hasta 30 dólares en una plaza europea. 

Mejor dicho, es hora de que las tiendas Juan Valdez se tomen en mundo, y el mundo se tome un café con valor agregado. 

Esa es mi propuesta. 
(Colprensa) 

Sábado, 9 de Marzo de 2019
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