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La fronda en el alma
El alma no puede permanecer impasible ante la necesidad de superar los errores. 
Domingo, 25 de Marzo de 2018

Siempre existe una oportunidad para crecer mientras se recorre el camino, poco o mucho, que queda. En vano podremos retar al tiempo, pero, sí, aprestarnos a seguir las huellas de su aurora, que disipa las congojas, para que vuelen lejos de nosotros. 

¿Qué podemos hacer? Nuestra humildad nos dice que corregir y, luego, volver a corregir, para abrir espacio a la esperanza que aguarda juiciosa, silenciosa, latente, con la misión de intuir la verdad y circundar las asimetrías de las ilusiones. 

El secreto para descubrirla está en la espiritualidad, que es un estado excepcional, muy propio; tanto, que no puede cederse a los demás, sólo a Dios, pues es una fuente de ánimo indispensable para justificar lo arduo de la vida, vencer los miedos, escanciar en los tiempos largos la espera y en los breves la felicidad, con la paciencia presta para sentir que, una semilla de serenidad, puede surtir de fronda los rincones secos del alma. 

La certeza de los sueños se da cuando uno puede parcelar su corazón y aprovisionarse de valor para tratar diáfanamente sus emociones, sin mezclarlas, con el respeto debido tanto a los fracasos como a los triunfos.

Va surgiendo la historia individual, entonces, cada vez menos afectada por las limitaciones de unos compromisos que son, ahora, vanos desde la identidad personal, porque uno mismo los fue creando o, lo peor, le impusieron los demás, para creer que la grandeza era proporcional al éxito social. 

El alma no puede permanecer impasible ante la necesidad de superar los errores y fundamentar el porvenir en torno a la dignidad, íntima, de saborear las delicias de una felicidad autóctona. 

 

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