En Cúcuta se hacen tres tipos de fiestas: públicas, privadas y políticas. Todas se parecen en la forma: hay trago, mujeres hermosas, y a veces se echan tiros al aire. Pero en las políticas la diferencia es de fondo (en las fiestas políticas de la cárcel, por ejemplo, la rumba es más estrafalaria) se ve de todo: concierto para delinquir, cohecho, peculados, etc.
La pasada feria de Cúcuta fue, en realidad, una Gran Fiesta porque abarcó todos los niveles antes mencionados. Fue una fiesta pública: la gente pudo ver cómo los caballos se cagaban en El Malecón y cómo un hijo del alcalde se agarraba a puñetazos con un abogado. Tanto los caballos como el hijo del alcalde hicieron cada cual lo suyo. También fue una fiesta privada: había zonas acordonadas a las que había que pagar para su ingreso.
Pero fue una fiesta política: la subsecretaria de Cultura, María Teresa Gelves, celebró sus cumpleaños en las caballerizas de la directora del Área Metropolitana, la misma caballeriza donde fue capturado por la DEA, el año pasado, el narcotraficante Henrry Carrillo, al que le incautaron, en el transcurso de la investigación “150 toneladas de cocaína, 4 millones de dólares en efectivo, 24 mil euros, 854 mil libras esterlinas, 7 kilos de heroína, 3 vehículos y embarcaciones; también capturaron 32 de sus hombres”.
La fiesta de cumpleaños no estaba en la programación de las ferias de Cúcuta, porque no era pública. Fue una fiesta privada y política. Y no se sabe si la pagó el municipio, o sea, nosotros, o la pagó la cumpleañera de su bolsillo. Si la pagó la subsecretaria de Cultura le debió salir muy cara, porque allí, en las caballerizas, se presentaron los músicos contratados para las ferias de Cúcuta y eso le costó al municipio 162 millones de pesos. ¿Quién hizo esos regalos? ¿Quién organizó esa fiesta dentro de la feria? ¿El secretario general de la Alcaldía? ¿El alcalde en su inmensa generosidad? ¿Qué hubiera pasado si hubiera llegado la DEA?
El alcalde y la Secretaría de Cultura del municipio deben muchas explicaciones. Además, porque las ferias de Cúcuta fueron un fracaso a juzgar por sus propósitos. Dice el alcalde que llegaron muchos turistas. Y los únicos turistas eran los venezolanos desplazados que se amontonaban en los eventos esperando que les tiraran algo de comer.
Dice también que las ferias dejaron 20 mil millones de pesos. Me parece que el Concejo de Cúcuta debe hacerle control político a las ferias. Es inaceptable que el alcalde vomite una cifra que recuerda las 20 mil casas de Donamaris, y se queda tan ancho.
Las ferias de Cúcuta costaron 3 mil millones de pesos. Es la fiesta de cumpleaños más cara en la historia de la ciudad. Otro cumpleaños más y la ciudad queda como Venezuela: arruinada.
