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La invasión
Ahora los parques, que ellos llaman plazas, son su residencia y allí hacen y deshacen.
Domingo, 17 de Junio de 2018

Los textos herméticos en los que se relata la historia de San José de Cúcuta, después de narrar su fundación, el terremoto que la destruyó que el dieciocho de mayo de mil ochocientos setenta y cinco, su reconstrucción en el valle que hoy la asienta, su auge y decadencia, los comerciantes alemanes fundamentales en su progreso, el ferrocarril que trajo la civilización, enseñan lo siguiente como visión apocalíptica de su presente y de su futuro. “por el oriente vendrán miles de personas que sembraran el caos y la desesperación, la pobreza y la violencia se extenderán. No habrá sitio en el valle que no sufra los estragos de los invasores. Dicen venir huyéndole a la falta de libertad, a la ausencia de trabajo, y a unos personajes que dicen ser benefactores, pero que en realidad los humillan y ofenden. No se sabe cuándo vendrán   pero vendrán, tarde que temprano”.

Hasta aquí  el escrito de autor anónimo que entrevió lo que sucedería para que supieran los siglos. 

Un domingo cualquiera de estos almanaques la televisión mostró miles y miles de personas despavoridas  atravesado el puente que separa los dos países. Los cucuteños que a esa hora almorzaban gritaban de júbilo.  Juraban defenderlas del tirano que al otro lado hacía de las suyas. Se formaron comités, se dieron auxilios, se prohibió por la autoridad hablar mal de ellos. Se hizo un imperativo moral atenderlos en la calamidad. Escuelas, hospitales, sitios de recreación, las calles amplias. Todo el entorno  se puso al servicio de estos personajes que videntes pasaron a los libros sacros para estar atentos y prever  peligros. Como sucede en Cúcuta nadie le paró bolas a la profecía. Lo tomaron como una mamadera de gallo más.

Pero no. los invasores venían y hablaban en serio. Por cédula real se tomaron a San José de Cúcuta. Hoy son los dueños de ella. Los pocos cucuteños de verdad que aún quedan se fueron o se escondieron. Ahora los parques, que ellos llaman plazas, son su residencia y allí hacen y deshacen. La mayoría se quedó en la ciudad y el subfondo poblacional está formado de las miserias que extienden sobre la ciudad como signo de su poderío. Es así. Los hay para todos los gustos. Los que venden de todo sin vender nada. El ladronismo que hace de las  suyas. La prostitución  como una mercancía barata y enfermiza. Los cantantes de busetas que solo sirven para que voces piadosas adviertan que esto que sucede allá puede suceder acá si no se toma conciencia del daño que sufre la ciudad.

Han formado la cultura del miedo. Echan raíces porque el cuento va para largo. La ciudad es amañadora y qué mejor que registrarse como nuevos dueños. La autoridad no hace nada porque se siente impotente y porque el paternalismo de los que desconocen el problema no deja hacer. Hay que tener una política que solucione humanamente el problema ahora que hay tiempo. Porque los textos herméticos siguen describiendo los vientos de miedo y terror que pueden venirse. Serán capaces los cucuteños y Colombia misma hacer algo que supere estos miedos y esta realidad?. No se sabe. Lo que sí se sabe es que se están dando las condiciones para lo peor. 

 

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