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La larga sombra del Generalísimo

Detrás del proceso catalán está sin duda la larga sombra del franquismo.

Cuando se analiza un proceso político, sin tener en cuenta su marco histórico y la realidad actual, éste se trivializa y se vuelve cosa de gente. Es lo que pasa con la corrupción en Colombia que se ataca a los corruptos y no a la estructura de corrupción; eso que Álvaro Gómez Hurtado llamaba el régimen. Pasa hoy con la declaración de independencia de Cataluña, rompiendo el reino español. Se habla de si gana Puigdemont, el presidente de la Generalidad de Cataluña o Rajoy, presidente del gobierno español, como si solo fuera un tema de poderes personales.

Detrás del proceso catalán está sin duda la larga sombra del franquismo, que es algo en lo que los españoles decidieron seguir el comportamiento del avestruz: clavar la cabeza en la tierra. España, a diferencia de Alemania que hoy está haciendo la dolorosa catarsis del nazismo, o Italia que hace mucho se desmussolinizó, nunca quiso hacer la exhumación del franquismo y del fascismo español que hundió a España por 40 años en el medioevo dictatorial. Es un tema que molesta a los españoles, que hacen de cara de sorprendidos cuando se les habla de ello; después se indignan. Sólo no quieren mirar para atrás.

Franco, como los dictadores fascistas europeos de los primeros 50 años del siglo XX no tenía ningún remordimiento de quemar su país en aras de implantar su régimen. Por eso invitó a Hitler durante la guerra civil española, para que su fuerza aérea practicara con los españoles los famosos bombarderos en picada que después asolarían toda Europa y África. Al igual que Hitler, quien pensaba que Alemania no debía sobrevivir al nazismo, Franco convirtió a las diferentes nacionalidades españolas en ciudadanos de segunda, en particular a los catalanes a quienes prohibió hablar catalán y buscó convertirlos en obedientes seguidores de la católica España. Es bueno recordar que desde el siglo XV España era el reino más retrogrado de Europa y la cuna de la santa inquisición. Uno de las grandes incógnitas que yo tengo sobre las consecuencias de la segunda guerra mundial es porque los aliados no tumbaron el fascismo español y a Franco le hicieron seguir la suerte de Mussolini y Hitler, sus pares fascistas.

Franco restauró la monarquía española para que rigiera España a su muerte, y aunque en general, el rey Juan Carlos no se creyó el cuento del monarca absolutista, si seguían de fondo las viejas creencias de derecho divino. El discurso del rey Felipe amenazante con Cataluña, sólo tuvo el efecto de recordar la autocracia del generalísimo. La locura catalana sumada a la soberbia madrileña (castellana) son el caldo de cultivo que se fermentó en la crisis de la sociedad del bienestar europea, que tiene sus raíces en viejos resquemores y prejuicios que dejó el franquismo. El encarcelamiento del gobierno de la generalidad catalana es un recuerdo de lo que pasa cuando los procesos históricos no se completan: España no quiso hacer la catarsis del franquismo y hoy regresa su fantasma.

El problema catalán tenía que manejarse desde Madrid con lo que los gringos llaman soft power, es decir, el uso de medidas políticas y diplomáticas para conjurar una crisis, no recurriendo a la fuerza o a medidas judiciales, que realmente polarizan el problema. El rey que debía unir, amenaza; esa vieja y odiosa institución de la monarquía, será otra de las victimas del problema catalán. Debían aprender de la monarquía inglesa: glamour para el turista e imagen de unidad para sus ciudadanos. Si no, sobran. 

Espero que la juventud española toda, castellana, catalana, vasca, gallega, andaluces y demás superen de buena forma el problema español, hagan la catarsis del franquismo y den nueva vida a la república federal de España. Si no lo hacen, España volverá otra vez al ostracismo. Como dijo Hitler, el mejor amigo de Franco: “Europa termina en los pirineos”.

Viernes, 3 de Noviembre de 2017
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